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martes, 16 de marzo de 2010

La pedofilia en los tiempos de Ratzinger


Cynthia Rodríguez

El Papa Benedicto XVI. En defensa del celibato. Foto: AP
ROMA, 15 de marzo (apro).- Los casos de pedofilia cometidos por sacerdotes católicos de todo el mundo contra menores de edad han provocado en la última semana una especie de paranoia en el Vaticano, donde más que lanzar un ataque unánime en contra y aclarar las medidas que tomarán contra sus víctimas, los jerarcas católicos se muestren a la defensiva: Responden con evasivas y buscan otros argumentos en aras de explicar el por qué de estos delitos.
Por ejemplo, el pasado jueves 11 de marzo, Christoh Schoenborn, Arzobispo de Viena, de donde también han brotado casos de abusos en las últimas semanas (tres padres del monasterio e Kremsmuenster fueron suspendidos de sus funciones por presuntos abusos sexuales en la década de los 80), opinó que la causa de éstos podría tener que ver con el celibato de los padres católicos.
Schoenborn sugirió, en la publicación de su diócesis, que “el celibato eclesiástico explica en parte los actos de pedofilia cometidos por religiosos católicos, surgidos en cascada en Alemania y Austria”.
Un día después de estas declaraciones, Marco Ansaldo, experto en temas del Vaticano del diario italiano Repubblica, publicó que “desde hace ya algún tiempo, el Vaticano ha comenzado a reflexionar seriamente sobre este dogma, que en un futuro muy lejano, de aquí a 50 años, podría ser abolido”.
“Según de cuanto ha sabido Repubblica, la Iglesia está pensando que el día de mañana, que se medirá en decenios, de poder abolir eventualmente la regla del celibato para sus propios integrantes. El trayecto y el estudio, ultra secreto, habría estado afidato a algunos altos representantes de la Congregación para el Clero, guiada de monseñor Claudio Hummes”, publicó Ansaldo.
La reacción por parte del Vaticano no se hizo esperar y fue el mismo viernes que el Papa Benedicto XVI salió a defender el celibato sacerdotal durante un congreso teológico promovido por la Congregación para el Clero, bajo el lema: ‘Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote’, donde lo calificó como “la expresión de don de sí a Dios y a los demás”.
“En el modo de pensar, de hablar, de juzgar los hechos del mundo, de servir y amar, de relacionarse con las personas, también en el hábito, el sacerdote debe tener la fuerza profética de su pertenencia sacramental, del su ser profundo”, señaló Ratzinger en un discurso.
Del caso de los pederastas no dijo nada.
La declaración de Ratzinger surgió horas antes de que monseñor Robert Zollitsch, presidente de la Conferencia episcopal alemana, pidiera de nuevo disculpas a las víctimas de los abusos sexuales en Alemania, donde se cuentan al menos 350 casos de abusos en casi todas las diócesis de este país.
En una conferencia de prensa, luego del encuentro que mantuvo una comisión de obispos alemanes con el Papa, Zollitsch aseguró que los sacerdotes de Alemania siguen “profundamente convulsionados por la violencia hacia los menores” por lo que prometió tomar medidas al respecto.
Dijo que aunque en el 2002 la Iglesia alemana había delineado su plan contra la pedofilia era necesario revisarla para reforzar la prevención, mejorar la calidad del personal responsable de las denuncias en las diócesis, crear una oficina nacional para afrontar las denuncias de abuso sexual y sobre todo garantizar máxima colaboración con las procuradurías y los jueces civiles.
Sobre el tema de las denuncias de la iglesia a la magistratura civil, Zollitsch especificó que el episcopado alemán garantizará “la máxima colaboración” y aseguró que el Papa “ha explícitamente confirmado nuestro modo de proceder”.
“Queremos llevar luz a la verdad sin falso respeto por ninguno, aunque haya pasado mucho tiempo atrás, porque las víctimas tienen derecho. La Iglesia alemana está previendo de ayudar a las víctimas y a sus familiares con asistencia humana, psicológica y pastoral adecuada a sus exigencias”, señaló el arzobispo alemán.
Sin embargo, apenas un día antes, el jueves, Gianfranco Girotti, regente de la Penitenciaría Vaticana, dejó claro que “la Iglesia puede absolver a quien se ha manchado del pecado de pedofilia, quien se ha arrepentido sinceramente, mientras el aborto es considerado por la ley eclesiástica un pecado reservado y especial”.
En entrevista concedida al periódico romano El Mensajero, Girotti señaló que aceptando la confesión de un pedófilo arrepentido, el confesor no solo no puede imponerle la autodenuncia, sino que tampoco puede dirigirse a un magistrado para denunciarlo, si además, dijo, se trata de personas consagradas.
El regente de la Penitenciaría Vaticana afirmó que, frente a quienes sean sujetos de desórdenes morales constantes y graves, el confesor puede aconsejar el abandono de la vida eclesiástica.
Por el contrario, de frente al aborto, monseñor Girotti subraya que éste está considerado como un pecado reservado y especial.
“La Iglesia quiere tutelar al máximo la vida de la persona más débil, más frágil... ¿qué hay de más inerme que una vida que ni siquiera ha nacido?”, cuestionó Girotti.

¿También Ratzinger?
Y mientras en el Vaticano batallan con la defensa eclesiástica, surgen nuevos casos. El mismo día en que se llevó a cabo la reunión con los obispos alemanes, el diario liberal de la ciudad de Munich “Sueddeutsche Zeitung” publicó en su versión on line que un sacerdote alemán con antecedentes de abuso sexual a menores había sido asignado, por ese motivo, a trabajar en la comunidad de la iglesia local de Munich, en Baviera, durante el periodo en que el Papa Benedetto XVI era arzobispo de esta misma ciudad y de Freising.
Según la nota, en los años 80 el sacerdote, de quien no se da nombre, fue transferido de Essen (norte de Alemania) a Baviera (sur de Alemania) durante el periodo cuando el actual pontífice Benedicto XVI, en ese entonces cardenal Joseph Ratzinger, era el arzobispo, lo que lo convertía teóricamente en el máximo responsable de cada encargo de misión y transferencia de sacerdotes.
“En Baviera, el padre ya procesado, se abandonó de nuevo a la violencia pedófila y actualmente sigue en su ministerio en el Alta Baviera”, señalaba ya el viernes el portal de este periódico.
Dicho sacerdote, a quien el Sueddeutsche Zeitung no da nombres, estuvo en servicio casi ininterrumpidamente en Baviera de 1980. Antes de Essen, el padre había sido descubierto y denunciado porque habría obligado a un niño, en ese entonces de 11 años, a practicarle el sexo oral.
Luego de haber sido transferido en Baveria, este sacerdote cometió de nuevo abusos contra menores de edad.
De acuerdo con la investigación de dicho periódico, la Iglesia nunca denunció los hechos ante la justicia.
De inmediato la reacción de Federico Lombardi, portavoz de la Santa Sede, no se hizo esperar y antes de que la noticia siguiera su recorrido por el mundo, lanzó un comunicado donde asegura que quien era en ese entonces el Vicario general, Gerhard Grubber, hoy con 81 años, ha asumido toda la responsabilidad por haber elegido confiarle un servicio pastoral a un padre con antecedentes.
Asimismo, desde Bolzano (norte de Italia), también se dio a conocer la experiencia de un exalumno en un convento de esta ciudad, quien, según otro periódico alemán, el Tageszeitung, el muchacho, que en los años de los 60 tenía 15 años, fue víctima de varios favores sexuales por parte de padres que le ofrecían pequeñas cantidades de dinero a cambio.
A diferencia de otras diócesis que no han querido exponer de manera más abierta estos casos, el sitio on line de esta diócesis, puso una dirección de e-mail (molestie@bz/bx.net) para todos los casos que surjan de molestias sexuales y violencia con el fin de ayudar a las víctimas y encontrar a los responsables.
“La diócesis está profundamente amargada y condena todo tipo de abuso. La Iglesia desea aclarar en modo sincero estos hechos, porque las víctimas están en su derecho. Por este motivo la diócesis intenta crear en el sitio de internet diocesano un foro donde vengan examinados eventuales señalizaciones de abuso”, se lee en su portal.
La iniciativa provocó de inmediato la reacción del procurador de Bolzano, Guido Rispoli, quien invitó al obispo a denunciar todos los eventuales episodios de abuso a la magistratura para comenzar las investigaciones penales.
El Vaticano no termina de aclarar su posición frente al tema, pero los casos de pedofilia siguen apareciendo.

Proceso
15 de marzo de 2010

miércoles, 25 de noviembre de 2009

LA AMENAZA DEL ANTINOMIANISMO

Por Juan Wesley

"Un golpe a la raíz" o "Cristo apuñaleado en la casa de sus amigos"
"Judas, ¿con un beso entregas (traicionas) al hijo del hombre?" (Lc. 22:48)

1.- "Sin santidad nadie verá a Dios" (Heb. 12:14). Sin santidad nadieJuan Wesley verá el rostro de Dios en la gloria. Nada debajo del cielo puede ser más seguro que esto, pues "la boca de Jehová lo ha dicho" (Is. 1:20). "Y el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mc. 13:31). Dios caería de los cielos, de la misma manera, si esta palabra cayera a tierra; esto no puede suceder. Nadie vivirá con Dios, sino aquel que ahora vive para Dios; nadie gozará de la gloria de Dios en el cielo sino aquel que lleve la imagen de Dios en la tierra. Nadie que no es salvo del pecado será salvo del infierno en el más allá; nadie podrá ver el reino de Dios en los cielos a menos que el reino de Dios esté en él aquí. Quien quiera que vaya a reinar con Cristo en el cielo debe tener a Cristo reinando en él en la tierra. Este debe tener ese "mismo sentir (pensamiento) que hubo en Cristo Jesús" (Fil. 2:5) haciéndolo apto para "andar como él anduvo" (1 Jn. 2:6).

2.- Sin embargo, tan cierto como es esto y tan claramente como es enseñado en las Sagradas Escrituras, difícilmente hay entre todas las verdades de Dios una que sea tan poco recibida por los hombres como ésta. Ciertamente, de alguna manera, fue intuida incluso por los sabios impíos, algunos de ellos afirmaron que nada agradaba a Dios sino el: "sancti recessus mentis, et incoctum generoso pectus honesto": "Una mente santa y virtuosa y un corazón inmerso en generosa honestidad". Aunque no podían negarlo, no obstante de una manera fácil y eficaz se evadieron de esa verdad. Fabricaron "algo" que pudiera hacer "las veces" de la santidad interior: crearon ritos y ceremonias, formas externas o acciones gloriosas para suplirla. Así los romanos lanzaron su cruzada a la felicidad futura y dieron "entrada al cielo" a todo aquel que peleara valerosamente defendiendo a su patria; a aquellos que en su vida hubiesen sido sacerdotes puros; también a los inmortales poetas que escribieron versos dignos de Febo; y también a aquellos que enriquecieran a la humanidad a través de las artes. Para los sabios impíos esto era más que suficiente para asegurarle al hombre un lugar en el cielo.

3.- Esto, por supuesto no fue admitido por los romanos modernos quienes desecharon tales grotescas conclusiones, y aunque rechazaron estas ideas, se ingeniaron un nuevo camino para llegar al cielo "sin santidad": hacer penitencias regulares; peregrinajes a los lugares santos; orar a los santos y a los ángeles, y sobre todo esto inventaron las misas de difuntos, la absolución por un sacerdote y la extrema unción. Todo esto satisfizo a los romanistas de la misma manera que los retablos a los impíos. Miles de ellos creyeron sin lugar a dudas que practicando estas cosas, sin santidad alguna, verían al Señor en la gloria.

4.- A los protestantes no les satisfizo esto. Reconocieron que tal esperanza no era mejor que una telaraña. Se convencieron que cualquiera que se apoyara en semejante cosa se apoyaba en un brazo roto. ¿Qué podían entonces hacer? ¿Cómo podrían ver a Dios sin santidad? Pues decidieron hacerlo, no dañando a nadie, haciendo el bien, asistiendo a la iglesia y tomando los sacramentos. De esta manera muchos miles se sentaron en las bancas de las iglesias, convencidos que estaban ya en el camino directo al cielo.

5.- No obstante muchos no se pudieron quedar allí. Esto lo calificaron como "el papismo del protestantismo". Ellos estaban persuadidos que aunque nadie puede ser un verdadero cristiano sin abstenerse cuidadosamente de todo mal, haciendo uso de la gracia en cada oportunidad y haciendo todo el bien posible a los hombres, por otro lado, un hombre puede hacer todo esto y ser todavía un impío. Ellos sabían que ésta era una religión muy superficial, apenas bajo la piel: por lo tanto, no es cristianismo verdadero, ya que este reside en el corazón, es adorar a Dios "en espíritu y en verdad" (Jn. 4:23). No es otra cosa sino "el reino de Dios EN nosotros" (Lc. 17:21). Es la "vida de Dios en el espíritu del hombre", es la mente que estuvo en Cristo Jesús, es "justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo" (Rom. 14:17).

6.- Además, de ver esto y darse cuenta de que ésta era una religión más profunda, sin embargo no está cimentada en un fundamento correcto, porque: "nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo" (1 Cor. 3:11). Nadie puede tener la mente de Cristo hasta que ha sido justificado por Su sangre, hasta que es perdonado y reconciliado con Dios a través de la redención que es en Cristo Jesús, y nadie puede ser justificado, de esto están seguros, sino por la fe y sólo por la fe, pues: "mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia" (Rom. 4:5).

7.- ¿Qué evasión podría encontrar el hombre ahora? ¿Qué vereda podría encontrar Satanás para dejar sin efecto toda esta luz? ¿Qué se podía hacer cuando esa gran verdad: "por gracia sois salvos por medio de la fe" (Ef. 2:8) era cada vez más y más recibida? ¿Qué?, sino persuadir a los mismos hombres que la recibieron que "convirtieran la gracia en libertinaje" (Judas 4).
"Simón el mago" apareció haciendo esto mismo y enseñando "que Cristo lo había hecho todo, lo había sufrido todo: que Su Justicia siendo impuesta en nosotros, ya no necesitamos hacer nada nosotros; que viendo que había tanta santidad y justicia en Él, nosotros no necesitamos agregarle más; que si pensamos que hay algo de esto en nosotros o buscamos tenerla es renunciar a Cristo; que desde el principio hasta el fin de la salvación todo está en Cristo, nada en el hombre y que los que predican lo contrario son legalistas que no conocen en absoluto el evangelio"

8.- Esto es en verdad un golpe mortal a la raíz (Os. 9:16). A la raíz de toda santidad y toda verdadera religión. Esto es "una puñalada a Cristo en la casa de sus amigos" (Zac. 13:6) de todos aquellos que profesan ampliamente amarlo y honrarlo, destruyendo el propósito mismo de su muerte: saber "destruir las obras del diablo". Porque donde quiera que esta doctrina sea recibida no hay ya lugar para la santidad, la aniquila de la cabeza a los pies y destruye tanto la raíz como la rama (Mal. 4:1). De hecho, rasga todo deseo de ella y todo trabajo por conseguirla; prohíbe toda exhortación ya que puede alentar su deseo o su esfuerzo; hace al hombre temeroso de su propia santidad, temeroso de anhelar cualquier pensamiento o movimiento hacia ella, ya que el que lo hace niega la fe y rechaza la justicia de Cristo. De esta manera en lugar de ser "celosos de las buenas obras" (Tito 2:14), éstas se convierten en un aguijón en sus narices. Y se convierten infinitamente más temerosos de "las obras de Dios" (Jn. 6:28) que de "las obras del diablo".

9.- Esta es sabiduría, pero no sabiduría de los santos sino sabiduría diabólica. Esta es la obra maestra de Satanás. ¡Más lejos que esto no puede ir! Hacer santos a los hombres sin que tengan un gramo de santidad en ellos. Santos en Cristo, aunque impíos en ellos mismos. Están en Cristo Jesús sin un ápice de la mente de Cristo o del sentir que hubo en Él. Están EN Cristo aunque su naturaleza caída esté en su totalidad EN ellos. Son completos en ÉL (Col. 2:10), aunque "en ellos" sigan siendo tan orgullosos, vanos, codiciosos y pasionales como siempre. Es suficiente: pueden seguir siendo injustos pues en Cristo se "cumple toda la justicia" (Mt. 3:15).

10.- ¡0h simples! "¿Hasta cuando, oh simples, amareis la simpleza?" (Prov. 1:22). ¿Cuánto tiempo mas buscareis la muerte en el error de vuestras vidas? o ¿no sabéis, aunque os enseñen otra cosa, que "los injustos no heredarán el reino de los cielos?" (1 Cor. 6:9). "No os engañéis" aunque muchos desean engañaros, bajo la pretensión "válida" de exaltar a Cristo, una pretensión que más fácilmente te roba por cuanto "Él es precioso para ti" (1 Pe. 2:7). Pero mientras el Señor viva: "ni los fornicarios, ni los idolatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios" (1 Cor. 6:9-11). Habéis sido realmente cambiados, no sólo no se te tomó en cuenta, sino que de hecho fuisteis hechos justicia. "La ley -el poder interior- del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha hecho libre", verdaderamente libre de la ley -el poder- del pecado y de la muerte (Rom. 8:2). Esta es la libertad, verdadera libertad del evangelio, experimentada en cada creyente. No libertad de la Ley de Dios o de las obras de Dios, sino de la ley del pecado y de las obras del diablo. Mirad que estéis firmes en esta real -no imaginaria- libertad con la que Cristo te ha hecho libre. Y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud, por causa de esos vanos habladores, puesto que ya habéis limpiamente escapado (Gal. 5:1).

Yo te testifico, que si continúas aun en pecado, Cristo en nada te aprovecha, que Cristo no es tu salvador a menos que te salve de tus pecados, y si no purifica tu corazón, la fe en nada te aprovecha. ¡Oh!, ¿cuándo entenderéis, que el oponerse tanto a la santidad interior como exterior bajo el disfraz de exaltar a Cristo, es directamente actuar el papel de Judas traicionando al Hijo de Hombre con un beso?

Arrepentíos, arrepentíos. No sea que Él os divida con la espada de dos filos que sale de su boca (Ap. 1:16). Son ustedes mismos, los que al oponerse al propósito verdadero de Su venida al mundo, están crucificando de nuevo al Hijo de Dios y exponiéndolo a vituperio abierto (Heb. 6:6). Son ustedes quienes esperando ver al Señor sin santidad (Heb. 12:14) a través de la justicia de Jesucristo "hacéis de la sangre del pacto una cosa inmunda" (Heb. 10:29) manteniendo la impiedad de los que tanto en ella confían. ¡Cuidado! por que la maldad está delante de vosotros. Si aquellos que sin confesar a Cristo mueren en sus pecados recibirán siete veces el castigo a su impiedad, con seguridad ustedes que han convertido a Cristo en un "ministro de pecado" (Gal. 2:17) serán castigados setenta veces siete. ¿Qué? ¿Puede Cristo destruir su propio reino? ¿Hacer a Cristo un instrumento de Satanás? ¿Poner a Cristo en contra de la santidad? ¿Hablar de Cristo como salvando a Su pueblo en sus pecados? Todo esto no es mejor que decir: "Él los salva de la culpa pero no del poder del pecado". ¿Harás de la justicia de Jesucristo tal cobertura de la injusticia del hombre queriendo decir con esto que el "impío" de cualquier clase heredará el Reino de los Cielos?

¡Detente! ¡Considera! ¿Qué estás haciendo? Habías corrido bien al principio, ¿quién os embrujó? ¿Quién os ha corrompido de la simplicidad de Cristo, de la pureza del evangelio? Tú sabes "que aquel que cree es nacido de Dios" y "que el que es nacido de Dios no practica el pecado, pues Aquel (Jesús) que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca" (1 Jn 5:18). ¡Oh!, ¡volveos al verdadero, al puro, al evangelio primitivo, el que habéis recibido en el principio! Volveos a Cristo, que murió para haceros una nación santa "celosa de buenas obras". "Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras" (Ap. 2:5). "Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo" (Jn. 5:17). Si no trabajáis, vana es vuestra fe. ¿Por qué? "¿Quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta" (Stg. 2:20)? "Acaso no sabéis que aunque tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy" (1 Cor. 13:2). ¿Acaso no sabéis que toda la sangre y la justicia de Cristo, a menos que tengamos la mente de Cristo y ese sentir que hubo en Cristo Jesús y andemos como el anduvo, sólo nos hará dignos de mayor condenación? "Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad" (1 Tim. 6:3-5). No tengáis más temor de exhortaciones fuertes enfocadas a la santidad ya sea interior como exterior. Porque en esto el Padre es glorificado y el Hijo de Dios verdaderamente exaltado. No llaméis de una manera estúpida y sin sentido a todo esto: "Legalismo" -palabra tonta y sin sentido-. No estéis temerosos "de estar bajo la ley de Dios" sino de "estar bajo la ley del pecado". Amad más las predicaciones estrictas, aquellas que más urgen en el corazón y te muestren en que no te pareces a Cristo, y aquellas que te impulsen a amarlo con todo tu corazón y a servirlo con todas tus fuerzas.

Permitidme que os alerte de otra palabra vana y sin sentido. No digáis, "Yo nada puedo", pues si lo hacéis entonces no conocéis nada de Cristo, y no tenéis fe. Porque si tú tienes fe, si tú crees, entonces tú "puedes hacer todas las cosas en Cristo que te fortalece" (Fil. 4:13). Tú puedes amarlo y guardar sus mandamientos y para ti "Sus mandamientos no son gravosos" (1 Jn. 5:3). "¿Gravosos a los que creen?", en ninguna manera. Son el gozo de tu corazón. Muestra pues tu amor a Cristo guardando sus mandamientos, caminando en sus ordenanzas sin mancha (Lc. 1:6). Honra a Cristo obedeciéndole con todas tus fuerzas, sirviéndole con todo tu empeño. Glorifica a Cristo imitándolo en todas las cosas, andando como Él anduvo. Guárdate para Cristo guardándote en todos sus caminos. Confía en Cristo para que viva y reine en tu corazón. Ten confianza en Cristo que Él va a cumplir en ti todas sus preciosas promesas, que Él hará en ti todo el placer de Su benignidad y toda la obra de fe en poder. Aférrate a Cristo hasta que Su sangre te haya limpiado de todo orgullo, enojo y todo deseo del mal. ¡Deja que Cristo lo haga todo! Deja que Aquel que ha hecho todo por ti, lo haga todo en ti. Exalta a Cristo como príncipe, para dar arrepentimiento, como salvador para darte al mismo tiempo la remisión de tus pecados como un corazón nuevo, para renovar un espíritu recto en ti (Sal. 51:10). Este es el evangelio, el puro, el genuino evangelio: Las buenas nuevas de salvación.

No es nuevo, sino el antiguo evangelio que permanece para siempre, el evangelio, no de Simón el mago, sino el de Jesucristo. El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo "os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos, cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios" (Ef. 3:16-19).

viernes, 20 de noviembre de 2009

¿QUÉ ES JUZGAR?

Por Charles G. Finney

Queridos hermanos, permítanme a través de estas l íneas dirigirme a la Iglesia para tratar un asunto de gran delicadeza, y al mismo tiempo de gran importancia. Repetidos comentarios en diferentes mensajes cristianos, me permiten observar que una muy importante distinción se está pasando por alto y esto está calculado para hacer un gran daño en la Iglesia. Los escritores, pastores, predicadores, etc., a los que me refiero, parecen confundir lo que llaman “Acusaciones” con la “Fidelidad cristiana”. ¡Un error más demoledor sería difícil de imaginar o enseñar! Esta confusión existe especialmente en sus mentes y en sus mensajes con respecto a cualquier cosa que se dice acerca de las fechorías de los ministros del evangelio. Parecen asumir, uno, que los ministros de la Palabra están universalmente en un estado de santificación permanente, y si no lo están, parece que a ellos no se les debe reprobar por pecar, como a los demás hombres, ni exhortar al arrepentimiento. Parecería, que NO se puede decir nada acerca de los pecados de los ministros, y que ellos no pueden ser reprobados o advertidos, ni en la más profunda gentileza y amor, sin que se le trate a uno como “acusador” o “demasiado juzgón”.

La clase de predicadores y escritores a la que me estoy refiriendo, supone que el hablar clara y directamente acerca de los pecados de la Iglesia, “redargüir, reprender, exhortar” atinadamente y en una manera urgente y afectuosa es también “juzgar” y “criticar”. En otras palabras, parece que la práctica de muchos escritores y predicadores de hoy en día, es confundir totalmente (como lo dije antes), la fidelidad cristiana con el “juzgar y criticar”. Ahora bien, si se permite que esta confusión siga adelante sin notarlo, hasta que la reprensión, en vez de ser considerada una virtud se considere un vicio, la Iglesia inevitablemente será destruida. Si el reprobar los pecados de los ministros, o de cualquier tipo de cristianos u hombres, es considerado como “juzgar” y “criticar”, entonces el poder del glorioso evangelio será destruido. Permítanme a continuación puntualizar lo que yo creo que es la correcta distinción entre juzgar en una manera criticona y la verdadera fidelidad cristiana. Permítanme mostrar que la fidelidad cristiana es universalmente obligatoria; y que los ministros están tan obligados a reprender a sus consiervos como a cualquier otro tipo de persona y por último, que las personas que se quejan de esto evidencían, sin lugar a dudas, que tienen un espíritu orgulloso y turbulento.

Primeramente, veamos la diferencia entre el “juzgar” y la fidelidad cristiana. Considero que “juzgar” es una disposición de censurar, culpar y condenar a otros, y hacer esto hablando de las fallas de otros con una intención egoísta y perversa. Esto se ve al pasar juicios severos y sin amor acerca de los motivos de otros, aun cuando su conducta parece adecuada. Consiste también en “publicar” sus faltas en una manera aun cuando no se requiere según la ley del amor y la benevolencia. La fidelidad a Cristo, con respecto a las faltas de otros, consiste en reprobar a otros por sus pecados por amor a Dios y a las almas de los hombres. Consiste también en reprobarlos, advertirlos y exhortarlos a abandonar sus pecados para la gloria de Dios y el bien de su Iglesia. La fidelidad cristiana, en cuanto a la reprensión, consiste en lidiar y tratar con todas las clases de personas en una manera franca, directa y continua, y al mismo tiempo compasiva. De la misma forma que lo hicieron los profetas, Cristo y los apóstoles. Los pecados por los cuales estos últimos reprendieron y reprobaron a los hombres no eran pecados que conocían solamente por “revelación”, sino pecados que estaban a la vista de todos, y pecados de los cuales sabían que eran culpables, por su propia observación. En las reprensiones que ellos hacían, podemos aprender los grandes principios bíblicos para poder reprender y reprobar como ellos. Y debemos considerar esos principios como las leyes del reino de Cristo y ministrar las reprensiones de acuerdo a ellas. Que se entienda claro, que la fidelidad a Cristo, con respecto a reprobar el pecado, consiste en reprobar a la persona por su pecado en una forma profunda, y al mismo tiempo teniendo dentro compasión y benevolencia. Y cuando haya necesidad, reprender cualquier forma de pecado en cualquier parte. Consiste en hablar debidamente acerca de los pecados públicos de cualquier tipo de personas, en cualquier lugar , siempre y cuando las circunstancias de la Iglesia y la Gloria de Dios lo demanden. Pero, una vez más, digo que el hablar innecesariamente o por motivos maliciosos de los pecados de cualquier tipo de persona, no importa lo terribles y conocidos que sean estos pecados, esto es “juzgar” o “criticar”.

En segundo lugar, la fidelidad cristiana es universalmente obligatoria. Este es un mandato claro de la Biblia. “… Si tu hermano peca contra ti ve y repréndele…” Hay muchos pasajes de la Escritura que hablan de esta obligación: la naturaleza del caso demuestra que esto es una obligación de todos. Es una consecuencia natural del amor benevolente. Para un hombre con amor benevolente es tan natural el reprobar a otros por sus pecados y avisarles que “huyan de la ira que viene”, como sería el dar la voz de alarma a sus vecinos si su casa se estuviera quemando.

Como dije, los ministros están obligados a reprobar a sus consiervos así como a reprobar cualquier otra clase de persona. Cuando Pedro, en una ocasión era culpable de un pecado, Pablo lo resistió cara a cara. Aquí tenemos el ejemplo de un apóstol reprobando a un apóstol. En ningún lugar los ministros son la excepción a la regla general del reino de Dios. -Que todos los hombres deben ser reprobados por sus pecados- ¡No hay ninguna razón por la cual deberían ser la excepción! Los pecados de los ministros son especialmente dañinos para la Iglesia y para el mundo. Hay entonces una razón importante para que ellos sean enfrentados fielmente por sus pecados. Puesto que los ministros son considerados ejemplos públicos para la gente, sus pecados deben ser especialmente señalados como pecado, y públicamente reprobados ¡a menos que querramos que sus pecados sean pasados por alto por la gente y la gente comience a imitarlos como si fueran virtudes!

Su compromiso de ser santos es tal, que los ministros ciertamente merecen reprensión, si no caminan rectamente e íntegramente. En el mismo grado de importancia de su llamamiento, así también es necesario que se les confronte consistentemente por todo tipo de personas y especialmente por sus hermanos ministros. Siempre se debe de tener respeto a su carácter oficial, y se les debe ministrar reprensión especialmente (y ciertamente a TODOS los hombres) y debe hacerse con gran franqueza, amabilidad, compasión, pero asimismo con gran profundidad, escudriñándolos fielmente.

Para terminar, el quejarse de esto es evidencia de que la persona tiene un espíritu de orgullo. Cuando alguien tiene disposición a resistir o resentir las reprensiones en un espíritu de fidelidad a Cristo, es por un lado, porque la persona tiene un espíritu anticristiano. Si las personas no pueden ser reprobadas y aun tratadas duramente por sus faltas, y tomarlas pacientemente, ciertamente están lejos de tener un carácter cristiano. Pedro dijo “Pues, ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. Pues para esto fuistéis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejando ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halla engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pe. 2:20-23). Ahora bien, el apóstol enseña claramente en este pasaje, que incluso el ser reprendido o abofeteado y tomarlo pacientemente cuando somos en verdad culpables no es evidencia de un espíritu cristiano. ¡Pero el rehusar a sufrir la reprensión obviamente debe ser evidencia de un espíritu orgulloso y sin paz! Cuando cualquier clase de gente piensa que está más allá del ser reprobado por otros, ya sea por su posición en la vida o porque son muy influyentes, y creen que otros ya no tienen derecho a reprenderlos por sus pecados, es porque NO tienen la mente de Cristo. Esto, especialmente cuando rehusan la reprensión de sus hermanos, que son natural y eclesiásticamente sus iguales. En resumen, cuando un hombre, o grupos de hombres, están en tal estado mental que se niegan a ser reprobados por sus pecados aun por el menor miembro de la congregación o aun por un niño, están en un estado de orgullo y de inconversión, y en ese estado mental, Dios no los bendecirá.

Permítanme terminar este mensaje con algunos comentarios. Es de desearse, el que hubiera mucha más fidelidad a Cristo, con respecto a reprender cualquier tipo y forma de pecado que hay en la Iglesia. Debe haber mucha más de esta fidelidad o la Iglesia no puede prosperar.

Es grandemente deseable que los ministros sean mucho más consistentes en reprobarse los unos a los otros tanto en público como en privado.

Sería de gran bendición que esto se hiciera en un mejor espíritu, que en el que generalmente se hace. Debería hacerse mucho más profundamente, de manera que alcance la raíz del asunto. Es de infinita importancia, que el trato claro y franco de esos pecados se reciba en un espíritu correcto y que los ministros especialmente consideraran bien el ejemplo de David, que a pesar de ser rey, cuando fue reprendido atinadamente en forma personal por el profeta Natán, en vez de resentirlo, y quejarse de que lo estaban “juzgando” y “exhibiendo” exclamó con toda humildad, como un hombre de Dios, “He pecado contra Dios”. Mientras tanto los ministros están dispuestos a quejarse y a tratar todas las reprensiones, no importa que tan amables, como si fueran “críticas” y “condenas”. No tienen por que esperar la bendición del Señor cuando se haga esta queja, nosotros debemos examinar con cuidado y en oración nuestro espíritu, motivos, y maneras de ministrar la reprensión; pero de ninguna manera, debemos detenernos de seguir reprobando a la persona en una forma completa, que llegue hasta lo profundo de su ser, compasivamente y con benevolencia; ya sea hasta que haya reformación o hasta que el caso sea sin esperanza, hasta que se aplique el principio que Cristo les dio a sus discípulos con respecto a los líderes religiosos de su tiempo: “Dejadlos, son ciegos, guías de ciegos”.

Ahora bien hermanos, he escrito este mensaje en la gentileza y amor de mi corazón y sospecho que en esto seré acusado de “juzgón”, “muy crítico”; y sospecho que lo que sé que hablo con amor puede ser confundido con un espíritu condenatorio. Pero, mis hermanos, nada puedo hacer: Deseo llamar la atención de la Iglesia y del ministerio a esta simple distinción, y ruego en oración que la consideren, cada vez que se hallen reprendidos. “Que el justo me castigue, será un favor, y que me reprenda será un excelente bálsamo” (Sal. 141:5).

miércoles, 4 de noviembre de 2009

CARACTERISTICAS CLASICAS DE LOS RELIGIOSOS ENGAÑADOS

Por Carlos G. Finney

1. Una indiferencia hacia los pecados de los demás es evidente de una mente inconversa y que se justifica de los pecados. Es imposible que una alma arrepentida no se oponga profundamente y de todo corazón a cualquier tipo de pecado. Y si en verdad está opuesta de todo corazón es imposible que no manifieste absolutamente esta oposición, pues el corazón controla la vida de una persona por una ley de causa y efecto: "Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él" (Prov. 23:7a).

2. Obviamente, cuando alguien manifiesta complacencia de corazón hacia el pecado o hacia los pecadores, es una evidencia segura de un estado mental de inconversión. "La amistad del mundo es enemistad contra Dios". Cuando alguno se complace en los pecadores, el tal es amigo del mundo, y enemigo de Dios.

3. Cuando alguien manifiesta una falta de celo para oponerse al pecado y promover las conversiones de otros, es un indicador seguro de un estado mental de inconversión. La persona que en verdad ha sido convencida de pecado, y se ha convertido del pecado al amor y servicio de Dios, no puede sino manifestar un profundo interés en todos los esfuerzos que se hagan para expulsar al pecado fuera del mundo. Esa alma no puede ser sino celosa en oponerse al pecado y en edificar y establecer la justicia en la tierra.

4. Cuando alguien manifiesta oposición a Dios en cuanto a su gobierno providencial o moral, es una evidencia de inconversión del corazón. Una persona convertida, como se ha dicho antes, siempre justificará a Dios en todos sus caminos. Esto está implícito cuando el arrepentimiento es genuino. Una disposición a quejarse de lo estricto y lo riguroso de los mandamientos de Dios, el hablar quejándose de la providencia de Dios (de "cómo" Dios permitió que sucedieran las cosas), murmurar ante sus decisiones y sobre las circunstancias en que se ha puesto a una persona es evidencia de un estado mental inconverso y rebelde.

5. Cuando alguien tiene falta de confianza en el carácter, fidelidad y promesas de Dios es una evidencia segura de que la persona no es convertida. Una desconfianza de Dios, en cualquier aspecto no puede ser consistente en un corazón convertido.

6. La ausencia de paz mental, es una evidencia segura de que es inconverso. El alma convertida debe tener paz de conciencia, porque la conversión es un estado de rectitud consciente. También debe tener paz con Dios al contemplar y confiar en el sacrificio de Cristo. El arrepentimiento es un "volverse" de una actitud de rebelión contra Dios, a un estado de sumisión universal a Su voluntad y una aprobación de la misma como sabia y buena. Esto, obviamente, trae paz al alma. Cuando hay una evidencia de falta de paz, es una prueba de inconversión.

7. Cualquier manifestación clara de egoísmo, es evidencia conclusiva de que la persona actualmente es inconversa. El arrepentimiento, como hemos visto, consiste en el cambio de alma del egoísmo a la benevolencia. Claro esta que la presencia de egoísmo o de un espíritu de autosatisfacción o autocomplacencia en la persona es una evidencia tremenda de un estado de inconversión. Arrepentimiento implica el negarse a uno mismo, la negación o sujeción de todos los apetitos, pasiones o propensiones a la ley de Dios desarrollada en la razón. Entonces pues, un espíritu evidentemente de autocomplacencia, o sea una disposición para buscar la gratificación de los apetitos y pasiones, como por ejemplo, la sujeción de la voluntad al uso del alcohol, tabaco, o cualquiera de los apetitos naturales o artificiales, y todo esto bajo la luz del evangelio y en oposición a la ley de la razón, es evidencia absoluta de que la persona actualmente es inconversa. Es imposible que este tipo de satisfacciones puedan existir junto con un corazón arrepentido. Tal persona debe ser inconversa o entonces, la inconversión no existe.

8. Un espíritu de autojustificación es otra evidencia de inconversión. Esta manifestación es exactamente lo contrario de la que tiene una persona verdaderamente convertida.

9. Las personas que tienen una disposición para estar poniendo excusas por no hacer su deber es también una evidencia final de que tienen un corazón no arrepentido. El arrepentimiento implica el deshacerse de todas las excusas por la desobediencia en todas las cosas. Obviamente, cuando hay una disposición de crear excusas por no SER y HACER todo lo que Dios nos pide, es seguro de que hay, sin duda alguna, una mente inconversa. Es estar en guerra contra Dios.

10. Una falta de franqueza acerca de cualquier área moral en la vida de la persona la evidencia como inconversa. Un estado de conversión de la voluntad está dedicado a conocer y abrazar toda verdad. Entonces pues, una mente insincera y prejuiciosa es inconsistente con la verdadera conversión, y cuando hay una manifestación de prejuicio, es la prueba de que la persona actualmente es inconversa. La negativa o falta de disposición para ser escudriñado, y el traer todos nuestros caminos y palabras a la luz de la verdad. La falta de disposición para ser reprobado cuando estamos en error, es una indicación segura de una mente inconversa. "Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no tiene la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios" (Jn. 3:20,21).

11. Una reforma PARCIAL de la vida, también indica que el corazón no ha abrazado toda la voluntad de Dios. Cuando se manifiesta una disposición para cometer algún pecado, no importa que tan pequeño, es evidencia segura de que la persona es inconversa. El alma verdaderamente arrepentida rechaza el pecado, ¡y claro! Todo tipo y grado de iniquidad es abandonado, pisoteado y aborrecido. "Porque cualquiera que guardare toda ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos" (Stg. 2:10); o sea, si un hombre peca deliberadamente o desobedece a Dios, es seguro que él desde el fondo de su corazón no lo obedece verdaderamente en nada. No tiene un estado mental obediente. Si en verdad tuviera un respeto supremo hacia la autoridad de Dios, no podría sino obedecerlo en todas las cosas. Entonces, si encontramos a una persona que dijera haberse convertido y que no manifiesta el espíritu de obediencia universal, si en algunas cosas todavía es autoindulgente, que quede claro que tal persona todavía está en pecado y que se encuentra en "hiel de amargura y prisión de maldad".

12. La negligencia o el rehusar confesar y restituir, de acuerdo a la oportunidad y la habilidad que se tiene, es evidencia segura de una mente injusta e inconversa. Parecería imposible para una alma verdaderamente arrepentida, el NO impactarse de inmediato con el deber de confesar y restituir a todos aquellos que han sido heridos por ella. Cuando esto no se hace o se demora demasiado, tiene que haber inconversión. El corazón controla la vida de una persona por una ley de causa y efecto; cuando existe un corazón que confiesa y abandona su pecado es imposible que esto no aparezca en la forma de una confesión y restitución externa.

13. Un espíritu de codicia o de "ir en pos del mundo" es una indicación segura de inconversión. Primera de Juan 5:4 y 5: "Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?". Aquí se explica claramente que nuestra fe "vence al mundo" y que el que en verdad cree en Jesucristo "ha vencido" al mundo. Efesios 2:2 dice que el espíritu del mundo "opera en los hijos de desobediencia" (Esto es: "correr en pos del mundo"). Es un hambre y sed y devoción por este mundo. El "hambre de tener", o codicia, cuando se practica, es evidencia positiva de una vida inconversa. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no esta en él.

14. La falta de interés en los pecadores y la falta de compasión por ellos, es una señal segura de que la persona no está convertida al Señor y no es salva. Si uno ha visto su propia culpa y miseria y se ha encontrado hundido en el sucio lodo de sus propias abominaciones y ha hallado el camino para escapar, entonces tendrá sentimientos profundos por los pecadores y tendrá gran compasión y preocupación por ellos, así como celo por su salvación y esto le será tan natural como respirar. Si esa simpatía y ese celo no se manifiestan, confiemos en que la persona es inconversa, pues hay una falta de ese amor a Dios a las almas que siempre viene con el arrepentimiento real. ¿Has visto a alguno que dice haberse convertido a Cristo y que su compasión no le mueve y que no tiene un celo vivo por la salvación de las almas? Estate segura de que estás viendo a un hipócrita.

15. La pereza espiritual o la indolencia es una señal de una persona inconversa de corazón. El alma que se vuelve completamente a Dios y se consagra a El , y que se dedica a promover Su gloria, en la construcción de Su reino, será, y debe ser todo, menos floja y perezosa. Una disposición para la ociosidad espiritual o al reposo, o a la indolencia de cualquier tipo, es una evidencia de que la persona no se ha arrepentido y convertido de corazón.

Y pudiéramos seguir este tema indefinidamente, pero lo que se ha dicho debe ser suficiente para esta enseñanza, y es suficiente para darte las claves con las cuales identificar las evasiones y los engaños de los corazones inconversos.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

¡Cuidado! Un Evangelio Falso esta destruyendo El Cristianismo Bíblico

“Dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo y éste fue acusado ante él como disipador de sus bienes. Entonces le llamó y le dijo: ¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo” (Lc. 16:1-2).
Jesús habló de cierto hombre rico que oyó un reporte de que uno de sus mayordomos estaba malgastando sus posesiones. Así que lo llamó a que le diera cuentas, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Entrega cuenta de tu mayordomía, porque ya no serás mayordomo”.
Esta parábola es muy importante para el cuerpo de Cristo ahora. Es la trágica historia de un siervo de Dios que pierde su poder y unción y termina ofreciendo un evangelio rebajado y barato. El hombre rico de esta parábola es Cristo mismo en quien moran todas las riquezas de gloria. El mayordomo que está siendo despojado de la autoridad es cualquiera a quien le ha sido confiada la Palabra de Dios, pero que ha sido hallado culpable de desperdiciar los recursos de su Señor.
Este mayordomo era culpable de malgastar las posesiones de su señor, una acusación que se podría hacer en nuestros días en contra de multitud de ministros, de obreros cristianos y de ovejas. ¡Qué desperdicio vemos en el reino de Dios hoy en día!

1. Los Elegidos de Dios desperdician tiempo, el más precioso recurso que el cielo pudo confiar a la humanidad.

Los pastores ungidos de Dios, maestros y evangelistas son tan culpables como las multitudes del redil que sólo buscan los placeres. Los mayordomos del evangelio deberían estar redimiendo el tiempo y no malgastándolo en pasatiempos, deportes, recreación y la televisión. Muéstrame un hombre de Dios que se sienta enfrente del ídolo de la televisión, desperdiciando horas preciosas, perturbando su alma y su mente con la corrupción del infierno, y yo te mostraré a un mayordomo injusto a quien Dios traerá a cuentas y le despojará de toda autoridad espiritual.
Este mayordomo se consintió a sí mismo. El tomó los recursos de su amo y se los derramó encima. Uno pensaría que todas las riquezas eran solamente suyas, por la manera en que se gastaba los recursos y en que se consentía a sí mismo.
Hoy vemos este triste espectáculo en la iglesia, a cristianos yendo de un lado para otro, desperdiciando los recursos divinos sin saber que Dios les va a pedir cuentas por ese desperdicio.

2. El poder, otro de los gloriosos recursos de Cristo, está siendo egoísta y tontamente malgastado.

Los reyes del poder en la casa de Dios son aquellos que malgastan el poder de su amo para justificarse a sí mismos. Quieren ser conocidos y respetados como profetas, como los hombres del momento, buscados como poderosos guerreros de fe, acción y poder. Aman el aplauso de los hombres, la adulación como para un héroe; les gusta ir por ahí oyendo esas palabras de autoaprobación. “¡Miren, ahí esta! ¡Ahí va ese poderoso hombre de fe, acción y poder!” Pablo denunció esa adulación a ministros. Debemos dar honor a quien honor merece, y ése es ¡solamente Cristo!
Los creyentes sin discernimiento hacen pequeños dioses de los autonombrados profetas, sanadores, y maestros de nuevas revelaciones.
El poder malgastado está corrompiendo al ministerio y la casa de Dios. Los cristianos superficiales son atraídos al poder como las abejas a la miel. Y una terrible acusación en contra de la iglesia apóstata es oír a los cristianos decir: “¡Qué bárbaro, qué poder tiene!”, en vez de susurrar con santa reverencia: “¡Está lleno de Jesús! ¡Jesús se revela en él maravillosamente! ¡Hace a Cristo real!”
El verdadero mayordomo del evangelio no busca el poder para demostrarlo enfrente de multitudes curiosas. Las multitudes pueden ver la fuerza del poder sanador de Dios, como cuando Jesús sanaba a los enfermos. Sin embargo, a Él le oían decir una y otra vez: “No le digas a nadie”. Dios le confía su mayor poder a aquellos que van a los hospitales, a las calles, a los hogares, y en secreto, lejos de los ojos de aprobación y de los aplausos, derriban fortalezas, atan a los demonios y libertan a los cautivos, sanan a los enfermos y son verdaderos y desconocidos ministros del poder sanador de Cristo. El verdadero don de sanidad no se manifiesta en una atmósfera de espectáculo, sino que se manifiesta solamente cuando es usado por siervos humildes que son completamente celosos de la gloria de Dios, como Cristo lo era.
Un poco del santo poder de Dios que no es usado o aprovechado solamente para la gloria de Cristo es un desperdicio. Es un mayordomo injusto gastando para sí mismo lo que no le pertenece. Sin embargo, aún hay hombres que se levantan grandes nombres para sí mismos, robándole la gloria y el poder al Señor, para engrandecerse ellos mismos.

3. La fe es otro recurso de Cristo que está siendo desperdiciado por los cristianos hoy en día.

¡Toda la fe verdadera proviene de Cristo! Cuando hablas de todas las riquezas de Dios en Cristo Jesús, debes incluir la fe. Somos salvos por la fe de Cristo. Pero la preciosa fe que debería haber sido cuidadosamente invertida, está siendo desperdiciada en trivialidades. Los héroes del capítulo once de Hebreos se apropiaron de su fe para conquistar reinos, tapar la boca a los leones, extinguir el poder del fuego, poner en fuga a los ejércitos del enemigo, ejecutar actos justos, recibir a sus muertos de regreso, y finalmente, para soportar torturas, vituperios, azotes, prisiones y cárceles.
¡Hoy la fe de Cristo es a menudo desperdiciada en egoísmo! ¡Logros personales, éxito, aumento de bienes, riquezas terrenales y prosperidad sin límite, con perfecta salud y una felicidad sin mancha!
¿Por qué será que los cristianos pueden invertir todas las clases de fe en un intento de llegar a ser prósperos y felices, pero no pueden tener fe para que su casa y sus vecinos sean salvos? ¿Por qué tan poca fe para recibir la santidad de Cristo? ¿Por qué tan poca fe para evangelizar a un mundo perdido?
Uno de estos días, muy pronto, Dios nos va a poner de espaldas contra la pared y nos va a pedir cuentas de la forma en que manejamos Su preciosa fe. ¿La gastamos sólo en trivialidades, como si la fe sólo existiera para hacernos la vida más fácil? ¿No nos preguntará el Señor, con ojos penetrantes, por qué no usamos sus riquezas sabiamente? ¿Qué pasará en el tiempo que viene pronto, cuando legiones de demonios sean soltados sobre esta generación, y los gobernadores de las tinieblas extiendan sus reinos siniestros, y furiosas tentaciones; cuando los ejércitos de Satanás vengan en contra de nosotros, y los burladores y los torturadores y los anticristos se levanten para acosar a los hijos de Dios? ¿Estará el pueblo de Dios, los mayordomos de Dios, en la línea del frente haciendo una gran demostración de fe para la gloria de Cristo, o estarán de pie delante del Juez para ser despojados y echados fuera por malgastarla? ¡Señor, ayúdanos!


LA GRAN LECCIÓN

La gran lección de esta parábola va más allá de la tragedia de una iglesia que desperdicia las riquezas de Cristo en intereses egoístas; va hacia el pensamiento corrupto de los mayordomos cristianos que han sido despojados de la autoridad divina. Los mayordomos del evangelio que desperdician el tiempo, la fe, el poder y otros recursos divinos van, por consiguiente, a perder su autoridad espiritual en Cristo y van a ser libres para comprometerse con sus propios planes y proyectos. Perderán su unción y se arrastrarán inventando un evangelio que perpetúe sus propios intereses.
“Entonces el mayordomo dijo para sí: ¿Qué haré? Porque mi amo me quita la mayordomía” (Lc. 16:3).
Los mayordomos que malgastan la riqueza de su amo y pierden la unción llegan a estar completamente dedicados a su propia supervivencia.
Ya no es su interés principal: “¿Qué puedo hacer por el Señor?”, sino, “¿Qué puedo hacer por mí?”. Esto incluye tanto a discípulos como a ministros.
Le pregunté al espíritu Santo por qué este mayordomo no se arrepintió simplemente y se arrojó en la misericordia de su amo. ¿Por qué salió y empezó a planear y a hacer proyectos para protegerse a él mismo y su futuro? Yo creo que la respuesta es que había ido muy lejos y se había colocado más allá de la redención. Sus propios intereses le habían endurecido, se había entregado a un corazón dividido. Si crees que los predicadores centrados en sí mismos y los discípulos nunca están más allá de salvarse, no conoces la Biblia. Así eran Ananías y Safira; también Alejandro e Himeneo a quienes Pablo entregó a Satanás para que otros temieran; también aquellos de Romanos 1, que cayeron de la fe a la profundidad de una mente reprobada.
Te lo digo con dolor en mi corazón, que ahora ya hay ovejas, ministros y ministerios que han sido desechados por Dios. Estos son los que han sido engañados por espíritus mentirosos, habiendo sido advertidos una y otra vez por el Espíritu Santo y por los profetas de Dios, de que se arrepintieran y que se humillaran. Ellos fueron absorbidos por el egoísmo; empezaron a fornicar con madera y piedras, se convirtieron en constructores de templos y de monumentos de realizaciones personales; y rechazaron una vida de quebrantamiento y humildad. ¡Dejaron el closet de oración por sus intereses y por la obra de sus manos! Temerariamente malgastaron el dinero de Dios, la fe de Dios, el tiempo de Dios y el poder de Dios.
Por toda la nación, oigo de gente santa de oración, la misma cosa que oigo de mi Padre del cielo. Aquellos que están caminando con Dios, viviendo en el Espíritu, instintivamente sienten que Dios ha descubierto, y que deplora, todas las abominaciones en la iglesia, en el púlpito, en las predicaciones y en algunos ministerios populares.
No todos son corruptos, ¡gracias a Dios! Hay un remanente creciente de santos y ministerios que se han vuelto a la justicia y a la oración. Pero el verdadero cuerpo de Cristo debe orar por sabiduría divina para discernir a aquellos que ya han sido despojados de la autoridad espiritual y de la unción. Un mundo creciente de cristianos de oración ahora comparten el mismo dolor de Dios por toda la mezcla con el mundo, y sus corazones claman que Dios trate esto pronto. ¡Creo, sin lugar a dudas, que está a punto de hacerlo! Si Dios puede hacer caer a Babilonia en una hora, seguramente puede limpiar esta mezcla en Su templo en un momento.
La mayor parte de los mayordomos modernos que han sido despojados por Dios de todo servicio espiritual no son tan sabios como el mayordomo injusto, no se dan cuenta de que ya todo terminó. No se han dado cuenta de que ya han sido despojados de su mayordomía. Pero tú te puedes dar cuenta que se acabó, por los planes y proyectos que presentan centrados en el hombre. Los intereses de Dios ya no son lo más sobresaliente, ahora lo único importante para ellos es su próximo proyecto. Terminan un proyecto de hombre solamente para lanzar otro más espectacular que el anterior.
Mi corazón clama: “¡Oh, mi bendito Señor! ¿Cuándo se despertará el pueblo de Dios y empezará a discernir que todo ese loco gastar, esa construcción, y esa mentalidad mundana representan un despilfarro hecho por cristianos y por ministros que ya han sido desechados por el Espíritu Santo y que están a punto de ser llamados a cuentas? ¿Cuándo dejará el pueblo de Dios de aguantar tal tontería? ¿Cuándo se despertará el cuerpo de Cristo y gritará en contra de esto y dirá: ¡Basta!” No hay ya profetas de Dios en la tierra? ¿No quedan pastores con suficiente discernimiento del Espíritu Santo y con autoridad espiritual para despertar a esta gente respecto a ese peligroso desperdicio de los recursos de nuestro Señor? Es triste, pero es cierto, que en algunos de los más conocidos ministerios del país hoy en día, ni con mucho se escucha la verdadera Palabra de Dios. Yo no soy juez, pero por sus hechos es patente que algunos están más allá de la censura, cegados por sus propios consejeros, cegados por ambición, cegados por los dioses del éxito y el poder.
Algunos de ellos no recibirían un solo profeta hoy en día, están tan altos y son tan poderosos, están tan confiados en sí mismos, tan ricos, tan influyentes, tan establecidos en sus caminos, tan comprometidos con sus propios planes y proyectos, que no pueden escuchar nada.
¡Sus ojos están cerrados, sus oídos no oyen, y no saben que la gloria se ha ido y que Icabod ha sido escrito sobre sus puertas! Y tan cierto como que el mayordomo injusto fue derrocado, así también ellos caerán. Dios va a cortar el suministro y va a hacer una cosa tan sorprendente que los oídos de todos los que lo oigan van a retumbar.
Llamo a todos los santos que oran en toda la tierra que empiecen a ayunar y a orar por la limpieza dentro de la casa de Dios y entre sus ministros y ministerios. Que empiece conmigo y con el ministerio a mi cargo. Yo necesito esta purificación tanto o más que todos los otros. Ora porque el fuego santo de Su santidad llene de temor todos los púlpitos. Ora para que Dios salve los ministerios que aún pueden ser salvados, que Dios humille y rompa las voluntades necias de los hombres centrados en ellos mismos, que haya arrepentimiento y un regreso a la pureza y a la honestidad. Ora para que ellos respondan pronto. Únete a todos los otros santos que oran. ¡Que ya no se malgasten los recursos de Dios! Ya no más alianzas con aquellos que no tienen preocupación por los intereses de Dios, sino que usan a otras personas para aumentar sus intereses egoístas. ¡Ya no más confiar en aquellos que ofrecen un evangelio barato y de oferta!
¡Dios danos profetas y pastores y evangelistas, puros, separados, quebrantados, que se den completamente para la gloria de Jesús, que puedan tronar en contra del pecado y de la corrupción y hagan temblar a los adúlteros, a los que se divorcian, a los laicos y ministros tibios en la casa de Dios! Creo que el pueblo de Dios está clamando por líderes que sean ejemplo de santidad, y que los conduzcan a caminar más profundamente con Cristo. Creo que la congregación está más hambrienta de Dios que muchos del púlpito. Algunos ministros jóvenes me dicen que no pueden encontrar a hombres ancianos de Dios a quienes puedan mirar como modelos de santidad y pureza. La gente quiere moverse en Dios, quieren fuego en el púlpito y convicción en las bancas. Quieren que el Espíritu de Dios despierte a sus iglesias y los saque de la corrupción. Al menos, eso es lo que oigo de los que me escriben.


UN EVANGELIO BARATO, CARENTE DE COMPROMISO

Este mayordomo despilfarrador dijo: “Ya sé lo que haré para que cuando se me quite de la mayordomía, me reciban en sus casas” (Lc. 16:4)
Procedió a llamar a todos los deudores de su amo y les ofreció tratos con tarifas reducidas. Al deudor que debía a su amo cien medidas de aceite le decía que sólo pagara cincuenta. El redujo el trato de otro deudor que debía cien medidas de trigo. Le dijo que sólo necesitaba pagar ochenta medidas. Les ofreció a todos los deudores atractivas rebajas en los tratos.
Cuando el Espíritu Santo se va de un hombre o de un ministro, y él toma el control, toda clase de convenios se ofrecen a los deudores. Es por eso que estamos oyendo ese evangelio barato y rebajado desde tantos púlpitos.
Ahora hemos llegado al corazón del mensaje de esta parábola. Estos mayordomos que han sido despojados, van por ahí haciendo tratos rebajados con deudores que andan buscando una forma de pago barata. ¿Quién quiere pagar el precio completo de la redención cuando hay en pie una oferta de saldar la cuenta con una salvación barata? ¿Quién quiere llevar los sufrimientos de Cristo cuando puedes “cumplir” con menos? ¿Por qué soportar la muerte, la cruz, el oprobio y el rechazo cuando simplemente, reclamas tus derechos y puedes volar justo hasta el paraíso sin pena ni sacrificio? ¡Santos, alíniense -es tiempo del evangelio basado en tratos baratos-!
¡Quédate enfrente de tu televisión, llena tu alma y tu mente con toda la porquería de los pozos del infierno, sigue adelante, disfruta el cine escandaloso, el teatro para adultos; corre con la multitud, bebe, fuma, ve a centros nocturnos, cuenta chistes groseros; divórciate, haz trampas, fornica; gasta, compra y endrógate; no ores, no ayunes, no clames, no hables de cargas, de santidad y de apartarse del mundo! ¿Por qué? ¡Porque es el día del evangelio barato y rebajado, sin dolor, sin poder, contaminado! Se ofrece diariamente por radio, por televisión y en cruzadas y en las iglesias por todo el mundo.
“Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente... Y yo os digo: Ganad amigos pro medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas” (Lc. 16:8-9)
Que quede esto claro. Dios no está alabando el mal proceder del mayordomo, ni está recomendado sus acciones como tales. El sólo recomienda la forma astuta en que el mayordomo injusto se condenó a sí mismo. El amo alabó la manera en la que selló su ruina. En otras palabras: “Tú pensaste sabiamente en ofrecer estos tratos rebajados. Pero cuando todo se venga abajo, y se vendrá, tú y todos los que participaron contigo en tus ofertas deshonestas, serán enviados a los lugares donde habita Satanás”.
Lo que Dios nos está diciendo es que no hay atajos, no hay consagraciones a medias, no hay caminos fáciles a la gloria, o sin dolor. Vamos a pagar el precio completo, esto significa que tomemos nuestra cruz, nos neguemos a nosotros mismos y lo sigamos a El hasta la plenitud de la vida de resurrección. En el día del juicio todos los mayordomos despojados y sin poder se van a parar delante del trono del juicio de Jesús, mirando no sólo sus ojos llameantes sino que también verán a los pobres hijos perdidos del reino a quienes ellos engañaron con ese evangelio parcial. ¡Qué alarido será oído! Ellos rechazarán a sus falsos profetas, gritando: “¡Falso! ¡Impostor! ¡Pastor cruel! ¡Hijo de Icabod! ¡Inventor de mentiras! ¡Nos heriste con ceguera con tus medias verdades!”.
Todo lo que le puedes elogiar a algunos hombres de Dios y a ciertos ministros hoy en día, es que su astucia y su ingenio están proveyendo para ellos y sus seguidores un camino con Jesús a un precio de oferta. Y es astuta la manera en que las Escrituras son torcidas y entrelazadas para hacer que suenen correctas y aprobadas por Dios. Han ido ya tan lejos que muchos pueden pecar a voluntad y no ser convictos de pecado. Pueden decir con el Israel apóstata, “Librados somos para seguir haciendo todas estas abominaciones” (Jer. 7:10). Doctrinas de demonios y doctrinas de falsa seguridad son ofrecidas a aquellos que escogen vivir vidas carnales y sensuales.
El mayordomo injusto pensó que había asegurado su futuro, pero era una falsa seguridad. El seguía siendo el mismo hombre permisivo, tramposo y sensual que siempre había sido, y los amigos que iban con él eran de su misma naturaleza, todos ellos cegados por una falsa seguridad. Puedes estar seguro que pagó un alto precio por su engaño. ¿Quién puede dudar que el amo rechazó los tratos rebajados que ofreció el mayordomo injusto? Yo creo que el amo demandó el precio completo.
Dios le dijo a la iglesia de Laodicea, tan llena de bienes y que alardeaba de no tener necesidad de nada, en realidad eres desventurada, pobre, miserable, ciega y desnuda. Y hasta que no renuncie a toda la tibieza, Dios la vomitará de Su boca a ella y todo lo que representa. Este hecho espantoso ya está sucediendo.
¡Dios danos mayordomos fieles! Danos santos en el púlpito y en las bancas que se vuelvan al Señor con todo su corazón, que rompan sus ídolos, y caigan contritos delante de Tu presencia. Y Dios, vuelve a traer el evangelio de justicia, de separación del mundo, y mandamientos santos de amor, y levanta ejércitos de vencedores que alisten sus lámparas y se preparen para recibir al Novio. Dios, llévanos a la Cruz, a la muerte de nosotros mismos, a reconocernos muertos al pecado por fe, y a la resurrección en el reino de Vida Eterna en Cristo. Amén.