miércoles, 27 de enero de 2010

ESCÁNDALO EN LA IGLESIA CATÓLICA

La increíble vida de Marcial Maciel

El fundador de los Legionarios de Cristo fue pederasta, tuvo hijos con varias mujeres y plagió el libro de cabecera del grupo. Tantos 'pecados' ensombrecen la beatificación de Juan Pablo II, su gran protector

Juan G. Bedoya


Marcial Maciel soñaba con ser proclamado santo universal... y acabará en los infiernos más profundos de su iglesia. Los últimos descubrimientos sobre la doble y exagerada vida del famoso fundador de los Legionarios de Cristo y del grupo sacerdotal Regnum Christi no dejan lugar a dudas, y eso que aún no ha concluido la investigación ordenada hace un año por Benedicto XVI. Lo que ya se sabe es demoledor. El líder de uno de los más exitosos movimientos del nuevo catolicismo no sólo fue notorio pederasta y drogadicto. También tuvo hijos -al menos cuatro, quizá seis- con varias mujeres, plagió descaradamente el libro de cabecera legionario, titulado El salterio de mis días, e impuso a toda la organización un cuarto voto de silencio para guarecerse de denuncias. Uno de sus antiguos colaboradores le acusa incluso de haber envenenado a su tío abuelo, el obispo Guízar, que avaló la exitosa carrera eclesiástica del ambicioso sobrino en el convulso México de los años treinta del siglo pasado.

"¡Cuánta suciedad hay en la Iglesia!" Este clamor le valió un pontificado al entonces cardenal Joseph Ratzinger. Lo pronunció en un vía crucis en abril de 2005, a punto de reunirse el cónclave para elegir al sucesor de Juan Pablo II. El todopoderoso prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex santo Oficio de la Inquisición) sabía de qué hablaba. Los cardenales electores, también. Sobre la mesa del Papa anterior, Karol Wojtyla, se habían acumulado acusaciones de pederastia contra miles de sacerdotes, y también quejas por el encubrimiento de esos delitos por algunos jerarcas en Estados Unidos, Irlanda, Italia, Austria e, incluso, España. El alemán Ratzinger aparecía como el único de los reunidos con información y autoridad suficientes para atajar tal estado de cosas.
El propio Juan Pablo II no se libraba de las críticas. Por citar sólo el caso del fundador de los Legionarios, a la mesa de trabajo del Papa polaco habían llegado durante años cientos de denuncias sobre las andanzas y desviaciones del sacerdote Maciel. El Pontífice las despreció. Maciel era uno de sus preferidos. Llenaba plazas y estadios de fútbol en los viajes del líder católico por el mundo, junto al otro movimiento de moda, el Camino Neocatecumenal del español Kiko Argüello. Aquella protección contra toda lógica amenaza ahora con ensombrecer la anunciada beatificación de Juan Pablo II, a poco que funcione la famosa y vieja figura -desaparecida como tal- del abogado del diablo en todo proceso de canonización.

Cuando el todavía cardenal Ratzinger clamó contra la "suciedad" interna en su iglesia, los cardenales se convencieron de que era el hombre a elegir. Dos días más tarde lo hicieron Papa, el 19 de abril de 2005. Fue entonces cuando se empezó a cavar la tumba del hasta entonces intocable fundador de los Legionarios. Una de las primeras medidas anticorrupción del pontífice Benedicto XVI, en mayo de 2006, le alcanzó donde más dolía. Maciel debía abandonar Roma apresuradamente, y retirarse a su México natal. También debía dejar el poder en manos de alguno de sus colaboradores. La decisión del Vaticano parecía humillante -Maciel era obligado a llevar "una vida reservada de oración y penitencia, renunciando a cualquier forma de ministerio público", se le ordenaba-, pero no acalló el escándalo. Demasiado poco castigo para documentadas acusaciones de abusos sexuales en varios países. Como disculpa, Roma apeló a la edad avanzada del encausado, casi nonagenario. Maciel moriría poco más tarde, en enero de 2008, en Cotija (Michoacán, México). Asunto zanjado, suspiraron sus antiguos amigos en el Vaticano.

Se equivocaban de punta a cabo. Además del clamor dolorido de las víctimas, que pusieron el grito en el cielo por la benevolencia de Benedicto XVI, ahora entraban en escena autoproclamados hijos y mujeres de Maciel reclamando atención y derechos. Todo empezó en Madrid, adonde Maciel venía con frecuencia, a veces discretamente. Al fin y al cabo, fue aquí donde fue recibido con los brazos abiertos en 1941, nada más fundar en México el movimiento de los Legionarios de Cristo, con apenas 20 años de edad. El ministro de Asuntos Exteriores de entonces, el democristiano Alberto Martín-Artajo, fue el encargado de introducirlo en la nacionalcatólica sociedad franquista. Hoy, los Legionarios cuentan en España con una Universidad -la Francisco de Vitoria, en Madrid-, varios seminarios y cientos de colegios, entre otras muchas propiedades.

Los primeros rumores sobre la doble vida de Maciel provocaron un revuelo morboso entre algunos legionarios, abrumados, sobre todo, por las acusaciones de pederastia, que hasta Roma avalaba oficialmente. Si su adorado fundador conoció mujer y tenía una hija, eso espantaba, según ellos, las sospechas del horrendo pecado de pedofilia. Así que lo que debía ser gestionado en sumo secreto, pronto fue un clamor público, filtrado desde dentro. Maciel no sólo tuvo aventuras amorosas, sino que en Madrid vivía una hija suya, con nombre, apellidos y un número de portal concreto en unos lujosos apartamentos de la calle de Los Madroños. La chica, ya madura -la madre murió hace años-, se llama Norma Hilda y ha pactado silencio a cambio de una pensión vitalicia. Quien selló el acuerdo y se ocupó de que la rocambolesca historia acabase ahí fue el mismísimo secretario de Estado vaticano, cardenal Tarcisio Bertone, durante una visita semioficial a España. Ocurrió en los primeros días de febrero del año pasado. El dinero no fue un obstáculo. Hace décadas que en ambientes hostiles el grupo del Maciel es conocido, con ironía, como los Millonarios de Cristo.

Animado por el éxito del apaño maquinado en Madrid, Benedicto XVI tomó otra decisión, con la esperanza de difuminar el escándalo. Ordenó que la investigación se extendiese a toda la organización. El argumento de la medida era inatacable: si el fundador legionario había llevado una vida de crápula, ¿cómo es que nadie de su entorno lo advirtió y denunció? Para encontrar respuestas, el Papa nombró a cinco "visitadores", todos ellos obispos: Ricardo Blázquez, de Bilbao (España); Giuseppe Versaldi, de Alessandria (Italia); Ricardo Watty, de Tebladpic (México); Ricardo Ezzati, de Concepción (Chile), y Charles Joseph Chaput, de Denver (EE UU). Watty inspeccionaría en México y Centroamérica; Chaput, los centros legionarios de Estados Unidos y Canadá; Versaldi, los de Italia, Israel, Corea y Filipinas; Ezzati, los de Suramérica, y Blázquez, los de Europa, con la excepción de Italia. Para facilitarles el trabajo, el Papa, único que puede atar y desatar esas cosas en la confesión católica, derogó el cuarto voto de la Constitución legionaria, que obliga a los seguidores de Maciel a confesarse sólo con sus superiores y a guardar secreto de los conflictos internos.

En un principio, la inspección ordenada por el Papa fue tomada por el sucesor de Maciel al mando de la Legión y del Regnum Christi, el también mexicano Álvaro Corcuera, como un gesto de confianza. El propio cardenal secretario de Estado, Bertone, había dado pie al equívoco en la carta en la que comunicó públicamente la decisión papal. "La visita apostólica es de fundamental importancia y merece la pena consagrarse a ella con amplitud de miras y limpio corazón. [Los legionarios] Siempre podrán contar con la ayuda de la Santa Sede para, a través de la verdad y la transparencia, en un clima de diálogo fraterno, superar las dificultades existentes", decía la carta del cardenal al sacerdote Corcuera.

Lo que no podían prever entonces ambas partes es el aluvión de noticias sobre la vida secreta de Maciel, ahora sin control posible. Para colmo, había entrado en acción un abogado de prestigio, anunciando acciones judiciales civiles, que siempre sacan de quicio a la Santa Sede. El letrado se llama José Bonilla. Uno de sus hijos fue sometido a abusos sexuales a la edad de tres años en un colegio de los Legionarios y le ganó a la Iglesia católica un juicio penal por esos hechos. Ahora representa a tres de los autoproclamados hijos de Maciel, con nombres propios y en busca de reconocimiento legal y compensaciones económicas. Se trata de tres varones, hermanos entre sí, de nacionalidad mexicana. El letrado asegura que Maciel habría tenido tres hijos más, incluida la española Norma Hilda, cuya existencia ya ha reconocido oficialmente la Legión. Otro hijo viviría en Londres, y una sexta hija se mató en un accidente de tráfico cuando iba a recoger a su padre a un aeropuerto de París. Norma Hilda, por cierto, cursó su carrera en la Universidad Francisco de Vitoria, en Madrid, propiedad legionaria.

Los obispos visitadores que llevan casi un año investigando en las instituciones y centros de los Legionarios de Cristo y del Regnum Christi no sueltan prenda de sus averiguaciones. Tampoco desmienten noticia alguna, y eso que se publican a diario, sobre todo en la prensa latinoamericana. Reconocen, en cambio, que los cinco prelados han sido convocados a Roma de urgencia para presentar a Benedicto XVI un primer informe de lo actuado. José Martínez de Velasco, redactor jefe de la agencia Efe y el primero que desveló los escándalos de la Legión -publicó en 2002 el libro Los Legionarios de Cristo, el nuevo ejército del Papa, y dos años más tarde, Los documentos secretos de los Legionarios de Cristo-, sostiene que la investigación está "prácticamente concluida", pese a que son muchas las personas que han solicitado ser recibidos para dar su testimonio o desahogarse.

Martínez de Velasco afirma, además, que las acusaciones de pederastia contra Maciel prácticamente no se han investigado porque estaban suficientemente contrastadas. Las primeras denuncias sobre abusos sexuales en centros de la Legión llegaron al Vaticano en la década de los años cincuenta del siglo pasado, durante el pontificado de Pío XII, paternal protector también del sacerdote mexicano. Éste había llegado a Roma avalado por su parentesco con un tío abuelo suyo, Rafael Guízar, obispo de Veracruz y en proceso de canonización por Benedicto XVI como uno de los héroes de la persecución y guerra de los Cristeros en el México revolucionario de los años treinta del siglo XX. Sin embargo, un libro publicado en México con el título El Legionario, escrito por Alejandro Espinosa, sostiene que el obispo Guízar murió envenenado con cianuro por el propio Maciel. "Guízar acogió a su sobrino en su seminario clandestino, pero la buena relación entre ambos duró hasta que el obispo descubrió que el joven Maciel le estaba pervirtiendo su seminario con relaciones sexuales con otros estudiantes. El día en que el obispo murió había tenido una discusión muy fuerte con Maciel", sostiene.

Apoyado con información de algunos testigos del suceso y con confesiones que el mismo Maciel le hizo cuando tenía con él una relación muy cercana, Espinosa armó esta hipótesis. "La muerte de monseñor Guízar no quedó esclarecida. Y cuando años después exhumaron su cadáver, se le halló incorrupto y con el pelo rojizo, tal y como deja el cianuro a los cuerpos. Pero la gente se fue por el lado del milagro", sostiene este ex legionario, él mismo sometido a abusos cuando estudiaba en el seminario que la Legión posee en Ontaneda (Cantabria). Hoy vive retirado en el campo mexicano, con estrecheces económicas y, aún, amenazado por antiguos correligionarios. En cambio, el postulador en México de la causa de canonización de Guízar, el sacerdote Rafael González Hernández, tacha de absurda la historia. "Monseñor Guízar murió en 1938 a causa de una insuficiencia cardiaca y de un ataque de diabetes. Tenía 60 años y ya era un anciano decrépito y acabadísimo, pues gastó su vida al servicio de los fieles. Efectivamente, 12 años después de su muerte, en 1950, sus restos fueron exhumados y se encontraron incorruptos", afirma.

Lo cierto es que, con informaciones de acá y de allá, más lo que le han aportado ya los visitadores, el Papa tiene datos suficientes sobre la situación de la Legión de Cristo y sobre las acusaciones contra el fundador y algunos de sus colaboradores. La decisión que adopte se conocerá el próximo marzo. Según Martínez de Velasco, el Vaticano se debate entre tres opciones: disolver la congregación, proceder a su refundación o designar un comisario pontificio que conduzca a la Legión hasta un Capítulo General de renovación total.

Desde la disolución de los jesuitas en 1773 por Clemente XIV, forzado por los reyes de Francia, España, Portugal y de las dos Sicilias -por motivos de poder, por tanto-, la Iglesia católica no se había enfrentado a un caso igual, esta vez por sucios escándalos sexuales y financieros. Benedicto XVI, él mismo acusado de no haber actuado con diligencia cuando estaba al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se enfrenta al peor momento de su pontificado, sobre todo si la investigación interna confirma una culposa pasividad de Juan Pablo II por amistad personal con Maciel.

El País

24 de enero de 2010

miércoles, 13 de enero de 2010

La respuesta del cristiano a las calamidades


Un programa radial nacional dedicó dos horas de programación reciente dando énfasis al Libro de Apocalipsis. El anfitrión presentó las siguientes preguntas a sus oyentes: “¿Crees que todas las calamidades recientes son el juicio de Dios por todos los pecados de nuestra nación? ¿Crees que el Libro de Apocalipsis está cumpliéndose. ¿Crees que estamos viviendo en los tiempos finales?
La parte asombrante es, que este era un programa radial secular. Y la mayoría de los que llamaron respondieron que sí, que creían que la sociedad se había convertido en inmoral y sin ley que Dios tenía que intervenir con acción. Los que llamaron estaban convencidos de que Dios estaba advirtiendo nuestra sociedad a través de todas las recientes tormentas y calamidades.
Dondequiera que uno va, parece que se oyen conversaciones sobre Apocalipsis y profecía. La gente esta diciendo, “Algo definitivamente está sucediendo. ¿Está Dios hablando a través de todo esto? ¿Estas calamidades significan que Él está juzgando a las naciones”?
Piensa en el creciente número de desastres que han tomado lugar en años recientes:


  • El territorio Americano fue atacado por primera vez en nuestra historia, con las ciudades de Nueva York y Washington, D.C. los blancos de terrorismo.
  • Huracanes masivos golpearon a la Florida, causando sobre $20 billones en daños y dejando a multitudes desamparados.
  • Un tsunami golpeó Asia, matando a cientos de miles de personas y dejando a desamparados.
  • Los huracanes Katrina y Rita destruyeron una ciudad importante en América, inundando a Nueva Orleáns y causando increíble destrucción a lo largo de la Costa del Golfo, dejando a miles sin hogares.
  • Un terremoto masivo golpeó Pakistán, registrando un increíble 7.6 en la escala de Ritchter. Fue el terremoto más mortal en tiempos modernos, matando sobre 70,000 personas y enviando réplicas sísmicas a través de la India. Medio millón de personas quedaron varados sin ayuda, y otro millón quedó desamparado.
  • Organizaciones internacionales de la salud están advirtiendo sobre un flu pandémico mortal, de una tendencia mortal de gripe aviaria. Se ha extendido desde la China hacia el este a Rusia, Romania y Turquía. Si se transforma, podría matar a 2 millones de personas en los EE.UU. y a un sinnúmero de millones mundialmente.
  • El hambre está haciendo estragos en Zimbabwe. El Arzobispo Católico en la región advierte que 200,000 de personas podrían morir dentro de los próximos cuatro meses. Actualmente, 700 personas están muriendo de SIDA diariamente, y 700,000 personas están desamparados.
  • Al escribir esto, el Huracán Wilma ya había causado destrucción en la Península del Yucatán en México. Los expertos en el centro nacional de huracanes dicen que sus modelos computarizados, los cuales usan los pronosticadores para determinar la extensión de la tormenta y su dirección, se han derrumbado completamente haciendo las predicciones difíciles.
  • En cuarenta naciones alrededor del mundo, células terroristas están creciendo y amenazando a aquellas naciones dentro de sus fronteras.


Acuérdense, estos no son cristianos quienes están dando estas predicciones graves. Vienen de científicos, economistas, expertos seculares y escritores.
Así, que dejame preguntarte a ti: cómo cristiano, ¿qué piensas acerca de todas estas cosas que están cayendo sobre la tierra? Es esto a lo que Jesús se refirió cuando advirtió, “Los corazones de los hombres les fallarán debido al temor, a esas cosas que han caído sobre la tierra”?
“Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los arrojó al infierno y los entregó a prisiones de oscuridad, donde están reservados para el juicio. Tampoco perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, y trajo el diluvio sobre el mundo de los impíos. También condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente. (2 Pedro 2:4-6).
Dios envió fuego sobre Sodoma y Gomorra, destruyendo esas ciudades. Y envió una inundación para destruir una sociedad malvada y vil en los tiempos de Noe. Ciertamente, han habido terremotos y hambre y plagas a través de la historia. Sin embargo, me pregunto, ¿ocurrieron todas esas cosas con la misma intensidad y repetición que vemos hoy día?
Por una generación entera ahora, han habido muchas advertencias proféticas sobre tales calamidades. El interés sobre estos temas ha aumentado tanto en estos últimos años que algunos libros populares sobre el rapto y los tiempos finales se han convertido en éxitos de gran venta internacionales. Sin embargo, para muchos, es solamente otra historia de horror.
Sobre los pasados veinticinco años, he sido tan solo una pequeña voz entre muchas que ha advertido repetidamente sobre el sacudir mundial que ha de venir. Sin embargo, creo que la mayoría de estos mensajes, incluso los míos, no han hecho virtualmente ningún impacto en nuestra sociedad secular. Creyentes han sido movidos a orar y prepararse, pero los pecadores parecen encoger sus hombros.
Prénsalo; ¿ha habido alguna mención de Dios en las respuestas de los líderes mundiales a estas calamidades? Dios libre que alguno en el Congreso tan siquiera sugiera que el Señor pudiese estar envuelto en el sacudir de todas las cosas. Dios libre que el Señor este diciendo algo sobre el pecado en nuestra sociedad. A pesar de todas las advertencias claras y las sacudidas, Dios ha sido dejado completamente fuera de la ecuación.



Los impíos simplemente no están escuchando.



En el devastado Nueva Orleáns, el alcalde ha declarado que quiere convertir las áreas inundadas en un distrito masivo estilo Las Vegas con grandes casinos de juego y palacios de placer. De acuerdo a un reciente reporte, comités están planificando una de las mayores celebraciones de Mardi Gras de todos los tiempos. Están invitando gente de alrededor del mundo para que vengan y ayuden a celebrar.
Puedes estar seguro que Nueva Orleáns regresará. Y será más salvaje y más pecadora que antes. Sin embargo, todo esto está sucediendo a pesar de las advertencias y los ruegos de los vigilantes de Dios. Le doy gracias a Dios que al ir los creyentes a las áreas con problemas a ayudar a los evacuados, un gran número de personas se volvieron al Señor. Pero aún en el medio del desastre, la multitud secular rehusó reconocer a Dios o tan siquiera mencionar su nombre.
En Apocalipsis, leemos sobre calamidades tan devastadoras que “los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; ansiarán morir, pero la muerte huirá de ellos” (Ap. 9:6). Leemos de Dios derramando el “… vino su la ira…” (14:10), seguido por desastres ecológicos, calor abrasador, y enfermedades pandémicas. Todo esto vendrá después que Dios haya enviado voces y trompetas para advertir. Viene hasta después que Cristo haya aparecido para advertir y despertar a su iglesia.
Increíblemente, la Biblia dice que aquellos “… que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron… ni dejaron de adorar a los demonios y a las imágenes de oro, plata,… No se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus robos.” (9: 20-21).
“Los hombres fueron quemados con el gran calor y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria. … La gente se mordía la lengua por causa del dolor y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras.” (16:9-11).
Que pasajes tan increíbles. La gente preferiría masticar sus lenguas y maldecir a Dios que arrepentirse, aun cuando la invitación esta disponible para ellos.
Amados, si el mundo secular no es movido por mensajes proféticos, ¿entonces, por qué siquiera advertirlos? ¿Por qué decirle a los impíos, “Dios está hablando a través de estas cosas”? Si, después que todas estas devastaciones vengan sobre la tierra, los pecadores terminarán sacudiendo sus puños a Dios,¿ por qué siquiera alzar la voz?
La Biblia nos contesta con esto: “Porque no hará nada Jehová, el Señor, sin revelar su secreto a sus siervos los profetas (Amos 3:7). Sencillamente, Dios es fiel en advertir, porque esa es su justicia y misericordia. Él puede usar a científicos y otras voces seculares para hacer advertencias, pero no importa los medios, naciones e individuos malvados deben ser advertidos


¿Cuál es el mensaje de la iglesia de
Cristo durante tal tiempo?




Jesús nos dijo que cuando comencemos a ver estas cosas suceder, hemos de mirar hacia arriba y regocijarnos, pues nuestra redención se acerca. Pero esto es muy diferente a regocijarnos sobre calamidades. Si todo lo que podemos decirle a un mundo pecador es, “El fin se acerca, el juicio está comenzando, y se lo dijimos,” entonces no estamos ofreciéndoles ninguna esperanza.
Ya hemos visto que al aumentar las calamidades, y el mundo parece girar en caos, la desesperanza aumenta y los corazones se endurecen. Si no hay un mensaje de esperanza o redención, el pecador concluiría: “Si esta es la ira de Dios, si este es el fin y estamos dirigidos hacia al infierno, entonces vamos a festejar y vayámonos endrogados.”
Hace más de treinta años, escribí un libro profético titulado: ‘La Visión’ en el cual advertía sobre cambios drásticos en el tiempo que golpearía nuestras costas. Estas calamidades serían tan fenomenales que los expertos dirían de ellos, “Esto está más allá de comprensión. Estos desastres son de proporciones bíblicas.”
Cuando escribí un libro sobre el holocausto financiero que se aproximaba, busqué a Dios con respecto al mensaje que se me había dado. Estaba profundamente descorazonado, pensando, “¿Es esto todo lo que hay, solamente un mensaje negativo? ¿Señor, es esta realmente la palabra que quieres que entregue? ¿Pasaré mi vida solamente advirtiendo?”
El Espíritu Santo me hizo una promesa en aquel tiempo. Me inculcó, “Cuando el sacudir empeore, cuando veas estas cosas cumplirse, vas a estar entre aquellos predicando esperanza. Mientras otros estén preocupados y nerviosos, te ungiré con un mensaje de misericordia, gracia y redención. En un tiempo cuando la desesperanza abunde, tu predica estará llena de esperanza.”
Lo que te escribo ahora es uno de esos mensajes prometidos.


Cuando digo que la iglesia ahora debe predicar
esperanza y expectativa santa, no me estoy
refiriendo solo al cielo.




El mensaje de esperanza que estamos llamados a entregar no puede meramente ser un intento para convencer a los pecadores de cuan maravilloso el cielo va a ser. No les decimos que se arrepientan para escapar el desastre actual e ir al paraíso sin sufrir.
Claro que creo en el cielo. Es más, es un tema el cual me gusta predicar. Me regocijo cuando contemplo estar en el paraíso con Cristo eternamente. Pero si eso es la única esperanza que le predicamos a los pecadores—paz y descanso algún día, más allá de este mundo—vendrán con una respuesta parecida a esta:
“Mira, no estoy pensando en la eternidad ahora. No estoy preocupado con ‘el cielo algún día.’ Cuando hablas de Dios, me dices que en algún sitio, algún día, obtendré alivio. Eso suena bien, pero ahora mismo tengo que encontrar algo que me ayude a atravesar otro día. Estoy abrumado, enfrentando crisis tras crisis. Y necesito alguna esperanza o milagro, no mañana sino hoy.”
Al presente, el mundo está ansioso, perplejo, fuera de su mente con miedo. ¿Así, que como les predicamos esperanza a aquellos viviendo en desesperación?
Honestamente, estoy cansado de decir, “Dejame enseñarte lo que necesita este mundo,” o, “Esto es lo que la iglesia debe hacer.” Estoy muy viejo para empezar un movimiento de “nueva esperanza,” con apariciones televisivas y libros publicados y “convenciones de esperanza.” Simplemente ya no tengo contestaciones rápidas. Pienso en todos los libros y cintas de sermones circulando hoy sobre como encontrar paz, como lidiar con el estrés, sobre esperanza. Tan pocos de ellos parecen haber tenido algún impacto en el mundo secular.
Todo lo que te puedo decir es como el Espíritu Santo está tratando conmigo.


Estoy convencido que la gente pierde
esperanza porque han perdido fe.




¿Por qué la gente ha perdido fe? Es porque no pudieron encontrar evidencia de ella en el sitio donde creyeron que la pudieran encontrar: la iglesia de Jesucristo. Los pecadores han venido a la iglesia buscando a alguien que persevere en sus pruebas y dificultades, quien, cuando todo se esta hundiendo a su alrededor, tiene una fe anclada, sólida.
El mundo ha escuchado muchos sermones sobre la fe en la televisión y la radio. Los incrédulos han escuchado las doctrinas de fe, hasta han leído libros sobre fe que nosotros los predicadores publicamos. Y han escuchado cristiano tras cristiano hacer alarde de tener fe. Pero dondequiera que miran ahora, ven ejemplos de fe naufragada. Cristianos que antes declaraban su fe ahora están dando por vencida su fe en Dios en medio de sus tiempos difíciles.
Escuché un presentador de noticias decir recientemente, “Estamos viviendo en una sociedad nerviosa.” Los Neuyorkinos están nerviosos por ataques terroristas en trenes subterráneos. Y múltiples de millones mundialmente están preocupados por todas las sacudidas que esta ocurriendo a su alrededor.
Así que, ¿dónde se vuelve la gente por esperanza? ¿Dónde encuentran ejemplos de fe firme?
El Espíritu me ha hablado una palabra clara: “Tienes que anclar tu fe, David. Dispón tu corazón a confiar en Dios en todo, en todo tiempo. Asegurate que tu fe no titubee.”
“Fijar o disponer” nuestra fe significa “estabilizar, afirmar, echar raíces, poner pilares debajo, establecer cimiento.” La Escritura dice que esta dentro de nuestro poder el hacer esto. Santiago escribió, “Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor” (Santiago 1:6-7).
En este pasaje, el Señor designa toda la responsabilidad sobre el creyente. Dios nos está diciendo, en esencia, “Cuando el mundo mire a mi pueblo en estos días de temblor y ansiedad, tienen que ver fe. Mientras todo está sacudiéndose, la fe debe mantenerse sólida y firme. Así, que, creyente, ancla tu fe. Tu, cristiano, toma una posición fija. Y nunca abandones esa posición.”
Estoy convencido que el mundo no necesita más sermones sobre fe. Necesitan ver un sermón ilustrado: la vida de un hombre o una mujer quien vive su fe ante el mundo. Necesitan ver siervos de Dios atravesar las mismas calamidades que ellos están enfrentando y no ser sacudidos por ellas. Solo entonces los pecadores se enfrentarán cara a cara con un testimonio de fe firme.
David describió esto cuando habló sobre “a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres” (Salmo 31:19). Estaba hablando sobre creyentes cuya confianza fuerte y vida fiel son rayos de esperanza para aquellos en la oscuridad.


Cuando fijas tu fe llevando toda carga y
prueba a Cristo, dejando todo a sus pies
y descansando en la fe,
serás severamente probado.




Una vez, cuando estaba en el proceso de fijar una fe duradera, cuando verdaderamente llevé todas mis cargas sobre el Señor, recibí una llamada telefónica que me sacudió. Por un momento efímero, una ola de temor me cubrió. Pero el Espíritu Santo gentilmente susurró, “Mantén tu posición de fe, David. No lo des por vencido. Tengo todo bajo control. Solamente mantente firme. Nunca, nunca dejes a un lado tu posición fija de fe y confianza. Dejalo todo en mis manos.”
Nunca olvidaré la paz que me inundó en ese momento. Y al final del día, mi corazón estaba lleno de gozo al entender, “OH, Señor, confié en ti. No vacile. Gracias.”
En el Salmo 78, leemos sobre Efraín, la tribu más grande en Israel. Efraín era la tribu más favorecida de todas: numerosos y poderosos, diestros en el uso de armas, y bien equipados para batalla. Sin embargo, cuando Efraín fue a encontrarse con el enemigo, leemos esto sobre ellos: “Los hijos de Efraín, arqueros muy diestros, volvieron las espaldas en el día de la batalla.” (Salmo 78:9).
Esta poderosa tribu había salido mejor armada y más poderosa que su enemigo. Pero por alguna razón, cuando Efraín vio la oposición, se dio por vencido y retrocedió. Había resuelto pelear y ganar, pero cuando se encontró cara a cara con la crisis, perdió el valor.
Efraín en este pasaje representa a los numerosos creyentes que han sido bendecidos y favorecidos por el Señor. Están muy bien entrenados, equipados con un testimonio de fe, armados para batallar contra cualquier cosa que venga. Pero una vez que su enemigo se presenta y empieza a amenazarlos—cuando las crecientes pruebas and problemas parecen muy grandes, demasiado para manejar—dan la espalda y se dan por vencidos, dejando a un lado su fe.
La Escritura dice que Efraín cuestiona la fidelidad de Dios: Y hablaron contra Dios, diciendo: ¿Podrá poner mesa en el desierto? Él ha herido la peña, y brotaron aguas y torrentes inundaron la tierra. ¿Podrá dar también pan? ¿Dispondrá carne para su pueblo? (Salmo 78:19-20).
“… y no dieron crédito a sus maravillas…… ni permanecieron firmes en su pacto.(78:32, 37). Finalmente, he aquí el resultado: “… y provocaban al Santo de Israel. (78:41).
La falta de fe de Efraín y la cobardía sacudió las otras tribus de Israel. Imagínense el efecto dañino cuando los otros vieron lo que había ocurrido: “Esta gente altamente favorecida no podían mantenerse firmes. Si aquellos que dicen estar envestidos con la armadura de Dios y blandir la espada de su Palabra de repente se doblan en tiempos de pruebas, ¿qué esperanza tenemos?”
Amados, no nos atrevamos a condenar a Efraín, porque podríamos ser más culpables que ellos. Prénsalo, se nos ha dado más luz. Tenemos su ejemplo para advertirnos. Tenemos al Espíritu Santo habitando en nosotros. Y tenemos la Biblia, la Palabra de Dios plenamente revelada, con mayores promesas.
Yo personalmente, soy culpable del pecado de Efraín. A través de los años, en tiempos pasados, salí totalmente armado y determinado, “Esta vez, fijaré mi corazón. Y no temeré. No escucharé las dudas y los temores de mi carne. No vacilaré y no volveré atrás. No haré pucheros, ni me preocupare ni me sumiré en la auto-compasión.” Más, muy a menudo, la incredulidad me robó la victoria.
Aún hoy, no puedo gloriarme en mi carne. Tengo todavía mucho que aprender acerca de “fijar mi fe.” Pero he probado la victoria que viene como resultado de confiar en el Señor en todas las cosas, cuando me propongo a entregar mis cargas a Cristo and e irme en camino al descanso.


En Hebreos leemos, “Por ella [su fe] alcanzaron
buen testimonio los antiguos.” (Hebreos 11:2).




La palabra griega para “obtener” aquí significa “ser testigo, ser un testimonio.” Nuestros ancestros en el Señor tenían una fe fija, firme, fe anclada y se convirtió en un testimonio de la fidelidad de Dios en tiempos de pruebas.
Primero, tenían a testimonio en si mismos que Dios estaba complacido con ellos. Habían confiado él a través de las inundaciones, burlas, ataduras, prisión, tortura, guerra, guarida de leones, fuego. Y después de todo esto, conocían que el gozo del Señor les estaba sonriendo y diciendo, “¡Bien hecho! Creyeron y confiaron en mi.”
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que recompensa a los que lo buscan.” (Hebreos 1l:6). Cada vez que mantenemos nuestra posición de fe a través de los tiempos duros, tenemos la misma afirmación del Espíritu Santo: “Bien hecho. Eres un testimonio de Dios.”
Cuando puedo descansar a través de las tormentas, cuando he echado cada carga sobre Cristo y mantengo mi posición de fe, entonces he obtenido un “buen reporte.’ Y me estoy convirtiendo en una baliza de esperanza para aquellos a mí alrededor. Aquellos que miran mi vida en casa, en el trabajo, y en mi vecindario puede que no respondan abiertamente. Pero sabrán que hay esperanza y redención disponible para ellos.
Pueden mirarme en mi hora de crisis y decir, “¡Hay esperanza! Ahí esta alguien que no ha perdido la fe en Dios. Ahí esta un luchador que no se dará por vencido. El confía en su Dios.”
Mientras las calamidades aumentan, y el mundo caer en mayor pena, la respuesta del creyente debe ser un testimonio de fe firme.

martes, 12 de enero de 2010

UN GRAN DESPERTAR


¿Qué quiero decir con un gran despertar? Hablo de lo que Pablo describe como una revelación e iluminación: “Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él. Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza” (Efesios 1:17-19)

Pablo les estaba diciendo a los Efesios, “Yo oro para que Dios les dé una fresca revelación, para que él les abra los ojos al llamado que les ha dado. Le estoy pidiendo que os dé nuevo entendimiento sobre vuestra herencia, las riquezas de Cristo que os pertenecen. Existe un impresionante poder que Dios quiere desatar en vosotros. Es el mismo poder que estaba en Jesús. Sí, el mismo poder que tiene el Cristo entronado en el cielo, está en vosotros ahora mismo.”

Según Pablo, “[el poder de la fuerza de Dios] la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales” es la misma “supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos” (1:20,19). Por esta razón, Pablo nos exhorta, “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe” (2 Corintios 13:5)

¿Cómo es que debemos examinarnos? Lo hacemos midiéndonos en luz a las maravillosas promesas de Dios. Debemos de preguntarnos: “¿Saco yo de los recursos de Cristo para resistir al diablo? ¿Acceso a su poder para vencer al pecado? ¿Vivo continuamente en la felicidad, paz y descanso que Jesús ha prometido a cada creyente sin excepción?”

Para usted, su propio “gran despertar” viene el día en que usted mira a su vida y clama, “Tiene que haber más de la vida en Cristo que esto. Todos mis planes se han deshecho. Mis sueños se han hecho añicos. Vivo como esclavo de mis miedos y deseos de mi carne. Pero no puedo seguir así más”.

“Sé que el Señor me ha llamado a algo más que a esta vida vencida. Y no seré un hipócrita. Oh, Dios, ¿existe realmente un lugar donde tú me suplirás con fortaleza para vivir victoriosamente? ¿Estás realmente deseoso de hacerme más que conquistador en todas mis aflicciones? ¿Es verdad que has provisto un lugar perfecto de paz para mí en medio de mis batallas?”

¿Es realmente posible para mí tener intimidad continua contigo? ¿Es verdad que no tengo que deslizarme a la apatía nunca más ni luchar penosamente para complacerte? ¿Hay realmente un lugar de descanso en ti donde yo nunca más necesitaré ser avivado, por que mi fe continúa firme?”

DAVID WILKERSON