miércoles, 25 de noviembre de 2009

LA AMENAZA DEL ANTINOMIANISMO

Por Juan Wesley

"Un golpe a la raíz" o "Cristo apuñaleado en la casa de sus amigos"
"Judas, ¿con un beso entregas (traicionas) al hijo del hombre?" (Lc. 22:48)

1.- "Sin santidad nadie verá a Dios" (Heb. 12:14). Sin santidad nadieJuan Wesley verá el rostro de Dios en la gloria. Nada debajo del cielo puede ser más seguro que esto, pues "la boca de Jehová lo ha dicho" (Is. 1:20). "Y el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mc. 13:31). Dios caería de los cielos, de la misma manera, si esta palabra cayera a tierra; esto no puede suceder. Nadie vivirá con Dios, sino aquel que ahora vive para Dios; nadie gozará de la gloria de Dios en el cielo sino aquel que lleve la imagen de Dios en la tierra. Nadie que no es salvo del pecado será salvo del infierno en el más allá; nadie podrá ver el reino de Dios en los cielos a menos que el reino de Dios esté en él aquí. Quien quiera que vaya a reinar con Cristo en el cielo debe tener a Cristo reinando en él en la tierra. Este debe tener ese "mismo sentir (pensamiento) que hubo en Cristo Jesús" (Fil. 2:5) haciéndolo apto para "andar como él anduvo" (1 Jn. 2:6).

2.- Sin embargo, tan cierto como es esto y tan claramente como es enseñado en las Sagradas Escrituras, difícilmente hay entre todas las verdades de Dios una que sea tan poco recibida por los hombres como ésta. Ciertamente, de alguna manera, fue intuida incluso por los sabios impíos, algunos de ellos afirmaron que nada agradaba a Dios sino el: "sancti recessus mentis, et incoctum generoso pectus honesto": "Una mente santa y virtuosa y un corazón inmerso en generosa honestidad". Aunque no podían negarlo, no obstante de una manera fácil y eficaz se evadieron de esa verdad. Fabricaron "algo" que pudiera hacer "las veces" de la santidad interior: crearon ritos y ceremonias, formas externas o acciones gloriosas para suplirla. Así los romanos lanzaron su cruzada a la felicidad futura y dieron "entrada al cielo" a todo aquel que peleara valerosamente defendiendo a su patria; a aquellos que en su vida hubiesen sido sacerdotes puros; también a los inmortales poetas que escribieron versos dignos de Febo; y también a aquellos que enriquecieran a la humanidad a través de las artes. Para los sabios impíos esto era más que suficiente para asegurarle al hombre un lugar en el cielo.

3.- Esto, por supuesto no fue admitido por los romanos modernos quienes desecharon tales grotescas conclusiones, y aunque rechazaron estas ideas, se ingeniaron un nuevo camino para llegar al cielo "sin santidad": hacer penitencias regulares; peregrinajes a los lugares santos; orar a los santos y a los ángeles, y sobre todo esto inventaron las misas de difuntos, la absolución por un sacerdote y la extrema unción. Todo esto satisfizo a los romanistas de la misma manera que los retablos a los impíos. Miles de ellos creyeron sin lugar a dudas que practicando estas cosas, sin santidad alguna, verían al Señor en la gloria.

4.- A los protestantes no les satisfizo esto. Reconocieron que tal esperanza no era mejor que una telaraña. Se convencieron que cualquiera que se apoyara en semejante cosa se apoyaba en un brazo roto. ¿Qué podían entonces hacer? ¿Cómo podrían ver a Dios sin santidad? Pues decidieron hacerlo, no dañando a nadie, haciendo el bien, asistiendo a la iglesia y tomando los sacramentos. De esta manera muchos miles se sentaron en las bancas de las iglesias, convencidos que estaban ya en el camino directo al cielo.

5.- No obstante muchos no se pudieron quedar allí. Esto lo calificaron como "el papismo del protestantismo". Ellos estaban persuadidos que aunque nadie puede ser un verdadero cristiano sin abstenerse cuidadosamente de todo mal, haciendo uso de la gracia en cada oportunidad y haciendo todo el bien posible a los hombres, por otro lado, un hombre puede hacer todo esto y ser todavía un impío. Ellos sabían que ésta era una religión muy superficial, apenas bajo la piel: por lo tanto, no es cristianismo verdadero, ya que este reside en el corazón, es adorar a Dios "en espíritu y en verdad" (Jn. 4:23). No es otra cosa sino "el reino de Dios EN nosotros" (Lc. 17:21). Es la "vida de Dios en el espíritu del hombre", es la mente que estuvo en Cristo Jesús, es "justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo" (Rom. 14:17).

6.- Además, de ver esto y darse cuenta de que ésta era una religión más profunda, sin embargo no está cimentada en un fundamento correcto, porque: "nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo" (1 Cor. 3:11). Nadie puede tener la mente de Cristo hasta que ha sido justificado por Su sangre, hasta que es perdonado y reconciliado con Dios a través de la redención que es en Cristo Jesús, y nadie puede ser justificado, de esto están seguros, sino por la fe y sólo por la fe, pues: "mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia" (Rom. 4:5).

7.- ¿Qué evasión podría encontrar el hombre ahora? ¿Qué vereda podría encontrar Satanás para dejar sin efecto toda esta luz? ¿Qué se podía hacer cuando esa gran verdad: "por gracia sois salvos por medio de la fe" (Ef. 2:8) era cada vez más y más recibida? ¿Qué?, sino persuadir a los mismos hombres que la recibieron que "convirtieran la gracia en libertinaje" (Judas 4).
"Simón el mago" apareció haciendo esto mismo y enseñando "que Cristo lo había hecho todo, lo había sufrido todo: que Su Justicia siendo impuesta en nosotros, ya no necesitamos hacer nada nosotros; que viendo que había tanta santidad y justicia en Él, nosotros no necesitamos agregarle más; que si pensamos que hay algo de esto en nosotros o buscamos tenerla es renunciar a Cristo; que desde el principio hasta el fin de la salvación todo está en Cristo, nada en el hombre y que los que predican lo contrario son legalistas que no conocen en absoluto el evangelio"

8.- Esto es en verdad un golpe mortal a la raíz (Os. 9:16). A la raíz de toda santidad y toda verdadera religión. Esto es "una puñalada a Cristo en la casa de sus amigos" (Zac. 13:6) de todos aquellos que profesan ampliamente amarlo y honrarlo, destruyendo el propósito mismo de su muerte: saber "destruir las obras del diablo". Porque donde quiera que esta doctrina sea recibida no hay ya lugar para la santidad, la aniquila de la cabeza a los pies y destruye tanto la raíz como la rama (Mal. 4:1). De hecho, rasga todo deseo de ella y todo trabajo por conseguirla; prohíbe toda exhortación ya que puede alentar su deseo o su esfuerzo; hace al hombre temeroso de su propia santidad, temeroso de anhelar cualquier pensamiento o movimiento hacia ella, ya que el que lo hace niega la fe y rechaza la justicia de Cristo. De esta manera en lugar de ser "celosos de las buenas obras" (Tito 2:14), éstas se convierten en un aguijón en sus narices. Y se convierten infinitamente más temerosos de "las obras de Dios" (Jn. 6:28) que de "las obras del diablo".

9.- Esta es sabiduría, pero no sabiduría de los santos sino sabiduría diabólica. Esta es la obra maestra de Satanás. ¡Más lejos que esto no puede ir! Hacer santos a los hombres sin que tengan un gramo de santidad en ellos. Santos en Cristo, aunque impíos en ellos mismos. Están en Cristo Jesús sin un ápice de la mente de Cristo o del sentir que hubo en Él. Están EN Cristo aunque su naturaleza caída esté en su totalidad EN ellos. Son completos en ÉL (Col. 2:10), aunque "en ellos" sigan siendo tan orgullosos, vanos, codiciosos y pasionales como siempre. Es suficiente: pueden seguir siendo injustos pues en Cristo se "cumple toda la justicia" (Mt. 3:15).

10.- ¡0h simples! "¿Hasta cuando, oh simples, amareis la simpleza?" (Prov. 1:22). ¿Cuánto tiempo mas buscareis la muerte en el error de vuestras vidas? o ¿no sabéis, aunque os enseñen otra cosa, que "los injustos no heredarán el reino de los cielos?" (1 Cor. 6:9). "No os engañéis" aunque muchos desean engañaros, bajo la pretensión "válida" de exaltar a Cristo, una pretensión que más fácilmente te roba por cuanto "Él es precioso para ti" (1 Pe. 2:7). Pero mientras el Señor viva: "ni los fornicarios, ni los idolatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios" (1 Cor. 6:9-11). Habéis sido realmente cambiados, no sólo no se te tomó en cuenta, sino que de hecho fuisteis hechos justicia. "La ley -el poder interior- del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha hecho libre", verdaderamente libre de la ley -el poder- del pecado y de la muerte (Rom. 8:2). Esta es la libertad, verdadera libertad del evangelio, experimentada en cada creyente. No libertad de la Ley de Dios o de las obras de Dios, sino de la ley del pecado y de las obras del diablo. Mirad que estéis firmes en esta real -no imaginaria- libertad con la que Cristo te ha hecho libre. Y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud, por causa de esos vanos habladores, puesto que ya habéis limpiamente escapado (Gal. 5:1).

Yo te testifico, que si continúas aun en pecado, Cristo en nada te aprovecha, que Cristo no es tu salvador a menos que te salve de tus pecados, y si no purifica tu corazón, la fe en nada te aprovecha. ¡Oh!, ¿cuándo entenderéis, que el oponerse tanto a la santidad interior como exterior bajo el disfraz de exaltar a Cristo, es directamente actuar el papel de Judas traicionando al Hijo de Hombre con un beso?

Arrepentíos, arrepentíos. No sea que Él os divida con la espada de dos filos que sale de su boca (Ap. 1:16). Son ustedes mismos, los que al oponerse al propósito verdadero de Su venida al mundo, están crucificando de nuevo al Hijo de Dios y exponiéndolo a vituperio abierto (Heb. 6:6). Son ustedes quienes esperando ver al Señor sin santidad (Heb. 12:14) a través de la justicia de Jesucristo "hacéis de la sangre del pacto una cosa inmunda" (Heb. 10:29) manteniendo la impiedad de los que tanto en ella confían. ¡Cuidado! por que la maldad está delante de vosotros. Si aquellos que sin confesar a Cristo mueren en sus pecados recibirán siete veces el castigo a su impiedad, con seguridad ustedes que han convertido a Cristo en un "ministro de pecado" (Gal. 2:17) serán castigados setenta veces siete. ¿Qué? ¿Puede Cristo destruir su propio reino? ¿Hacer a Cristo un instrumento de Satanás? ¿Poner a Cristo en contra de la santidad? ¿Hablar de Cristo como salvando a Su pueblo en sus pecados? Todo esto no es mejor que decir: "Él los salva de la culpa pero no del poder del pecado". ¿Harás de la justicia de Jesucristo tal cobertura de la injusticia del hombre queriendo decir con esto que el "impío" de cualquier clase heredará el Reino de los Cielos?

¡Detente! ¡Considera! ¿Qué estás haciendo? Habías corrido bien al principio, ¿quién os embrujó? ¿Quién os ha corrompido de la simplicidad de Cristo, de la pureza del evangelio? Tú sabes "que aquel que cree es nacido de Dios" y "que el que es nacido de Dios no practica el pecado, pues Aquel (Jesús) que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca" (1 Jn 5:18). ¡Oh!, ¡volveos al verdadero, al puro, al evangelio primitivo, el que habéis recibido en el principio! Volveos a Cristo, que murió para haceros una nación santa "celosa de buenas obras". "Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras" (Ap. 2:5). "Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo" (Jn. 5:17). Si no trabajáis, vana es vuestra fe. ¿Por qué? "¿Quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta" (Stg. 2:20)? "Acaso no sabéis que aunque tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy" (1 Cor. 13:2). ¿Acaso no sabéis que toda la sangre y la justicia de Cristo, a menos que tengamos la mente de Cristo y ese sentir que hubo en Cristo Jesús y andemos como el anduvo, sólo nos hará dignos de mayor condenación? "Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad" (1 Tim. 6:3-5). No tengáis más temor de exhortaciones fuertes enfocadas a la santidad ya sea interior como exterior. Porque en esto el Padre es glorificado y el Hijo de Dios verdaderamente exaltado. No llaméis de una manera estúpida y sin sentido a todo esto: "Legalismo" -palabra tonta y sin sentido-. No estéis temerosos "de estar bajo la ley de Dios" sino de "estar bajo la ley del pecado". Amad más las predicaciones estrictas, aquellas que más urgen en el corazón y te muestren en que no te pareces a Cristo, y aquellas que te impulsen a amarlo con todo tu corazón y a servirlo con todas tus fuerzas.

Permitidme que os alerte de otra palabra vana y sin sentido. No digáis, "Yo nada puedo", pues si lo hacéis entonces no conocéis nada de Cristo, y no tenéis fe. Porque si tú tienes fe, si tú crees, entonces tú "puedes hacer todas las cosas en Cristo que te fortalece" (Fil. 4:13). Tú puedes amarlo y guardar sus mandamientos y para ti "Sus mandamientos no son gravosos" (1 Jn. 5:3). "¿Gravosos a los que creen?", en ninguna manera. Son el gozo de tu corazón. Muestra pues tu amor a Cristo guardando sus mandamientos, caminando en sus ordenanzas sin mancha (Lc. 1:6). Honra a Cristo obedeciéndole con todas tus fuerzas, sirviéndole con todo tu empeño. Glorifica a Cristo imitándolo en todas las cosas, andando como Él anduvo. Guárdate para Cristo guardándote en todos sus caminos. Confía en Cristo para que viva y reine en tu corazón. Ten confianza en Cristo que Él va a cumplir en ti todas sus preciosas promesas, que Él hará en ti todo el placer de Su benignidad y toda la obra de fe en poder. Aférrate a Cristo hasta que Su sangre te haya limpiado de todo orgullo, enojo y todo deseo del mal. ¡Deja que Cristo lo haga todo! Deja que Aquel que ha hecho todo por ti, lo haga todo en ti. Exalta a Cristo como príncipe, para dar arrepentimiento, como salvador para darte al mismo tiempo la remisión de tus pecados como un corazón nuevo, para renovar un espíritu recto en ti (Sal. 51:10). Este es el evangelio, el puro, el genuino evangelio: Las buenas nuevas de salvación.

No es nuevo, sino el antiguo evangelio que permanece para siempre, el evangelio, no de Simón el mago, sino el de Jesucristo. El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo "os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos, cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios" (Ef. 3:16-19).

lunes, 23 de noviembre de 2009

LA MENTIRA DE LAODICEA

Por David Wilkerson

Hermanos y hermanas, ésta es la GENERACION TIBIA. Usted no necesita ser un teólogo para comprender que hemos llegado a la era de Laodicea de la cual Jesús profetizó que surgiría en los últimos días. Simplemente compare lo que Jesús dijo acerca de la iglesia tibia de Laodicea con la que hoy en día es llamada la Iglesia de Jesucristo. Jesús advierte que es mejor que el que tiene oídos oiga lo que el Espíritu Santo está diciendo acerca de este sistema religioso.

Jesús claramente advirtió que una iglesia evolucionaría en los últimos días de esta civilización, la cual se jactaría de ser rica, creciente, aumentando en miembros, y autosuficiente, en otras palabras, una iglesia con gran influencia, adquiriendo reconocimiento y poder, y la cual rechazaría toda corrección o escrutinio.

Jesús dijo de esta iglesia, “Tú dices… yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad…” (Ap. 3:17). Cuán triste es que esta iglesia en particular, arrogante y jactanciosa, sea anunciada por cristianos con poco discernimiento como la gloriosa iglesia de poder y dominio de los últimos días y que controlará el mundo haciendo que Jesús regrese como Rey. ¡Esta es la mentira de Laodicea! Un alma querida escribió lo siguiente, “¿No se da cuenta, señor, que nuestro siguiente presidente será un hombre lleno del Espíritu y que habla en lenguas? ¿No sabe usted que todos estos proyectos de construcción de grandes edificios por evangelistas, son ordenados por Dios? El Señor está entrenando líderes, desarrollando grandes proyectos para que ellos se puedan colocar en posiciones en el gobierno, habiendo aprendido todo acerca de altos financiamientos y construcción. La iglesia va a tomar posesión del gobierno, líderes llenos del Espíritu van a hacer las leyes, quitando aborto, pornografía y crimen. Dios ha levantado una iglesia poderosa para tomar el dominio ahora”.

El elemento principal del concepto de “El Reino de Dios sobre la tierra” es aquél de una regla perfectamente justa, abarcando a todas las naciones; bajo este gobierno cesarán toda injusticia, opresión y lucha, los males de la pobreza no serán más conocidos, y todos los hombres habitarán en paz y prosperarán como hermanos.
Lo que me alarma es que muchos fundamentalistas ahora están compartiendo ideas similares tipo Pollyanna acerca de la función de la iglesia americana moderna. Me parece que se están jactando demasiado, “¡Hemos llegado! Tenemos de treinta a cuarenta millones de evangélicos. Tenemos líderes simpáticos, populares y con mucha facilidad de palabra. Tenemos el dinero, la capacidad, la experiencia y un número creciente de miembros que se unirán a nosotros, ¡tomemos el dominio!”.

He oído a pastores de grandes iglesias carismáticas jactarse, “Voy a construir la iglesia más grande de América, pues números significan poder, influencia. Debemos tener una iglesia lo suficientemente grande y poderosa para que pueda aplicar con fuerza la moralidad y la voluntad de Dios en nuestra nación y en nuestras comunidades”. ¡Así es de descarada y orgullosa!

Esta iglesia orgullosa, rica y arrogante ahora codicia poder. No el poder de Dios, sino el poder político. Ambiciona la Casa Blanca, el Congreso y la Suprema Corte. Puesto que hemos fracasado en traer un avivamiento de arrepentimiento semejante al de Jonás y un cambio en los corazones de los hombres; tomaremos, según algunos, los reinos del gobierno y legislaremos justicia.

Suena tan piadoso, tan espiritual y vital. Así como Israel, muchos del pueblo de Dios están clamando por un púlpito Imperial, con un líder espiritual quien desarraigará los fuertes poderes del mal y establecerá un nuevo sistema moral. El dedo acusador de la voz profética y el atalaya gimiente están para ser reemplazados por la refinada pluma de congresistas cristianos decretando leyes morales.

AUNQUE USTED NO LO CREA, ESTA ES LA IGLESIA QUE DIOS VA A VOMITAR DE SU BOCA

Dios no está impresionado en lo más mínimo con esta iglesia que se estima y se valora a sí misma. La iglesia tibia de Laodicea no está destinada a dominar, ni a tener poder o autoridad de ninguna clase. ¡Está destinada a juicio! La peor clase de ceguera espiritual es alinearse con aquéllos que presumen que la iglesia americana moderna, carismática u otra, se enfrenta a su mejor época. Qué falta tan increíble de discernimiento espiritual. Yo, por mi parte, debo alinearme con lo que Jesús dijo de la iglesia de los últimos días.

Jesús arranca la máscara y expone la verdad acerca de la iglesia de Laodicea. No es lo que piensa que es, no es lo que dice que es. No es rica sino ¡pobre!, no va en aumento, sino estrechándose y a punto de ser cortada para siempre. No es fuerte y sin necesidad de nada, sino ¡está desnuda y avergonzada! ¡No es una iglesia con nueva revelación y conocimiento profundo de las Escrituras, Jesús dijo que ESTA CIEGA! No va a ser el vehículo del dominio de Cristo sobre la tierra, sino más bien el objeto de su ira y aborrecimiento.


LA IGLESIA DE DIOS ES UN REMANENTE TRIUNFANTE, DESPRECIADO Y PERSEGUIDO

Usted puede estar seguro de que Dios tiene su pueblo en estos días finales, pero son un remanente despreciado, santo y separado. Estas personas santas del remanente caminan en la luz y disfrutan de gran discernimiento espiritual. Ellos ven la moderna iglesia de Laodicea a través de los ojos de Jesús y no van a ser engañados por el esplendor, grandeza o pompa de la religión popular. La verdadera iglesia es invisible; existe en ella un gran arrepentimiento; clama por el regreso de Cristo, el Amado.

La verdadera iglesia no puede disfrutar del favor y buena voluntad del mundo. ¿Creemos y temblamos ante la Palabra de Dios o no? ¿Cuándo vamos a voltear a ver lo que Jesús dijo que les esperaba a los que se negaban a sí mismos, tomaban su cruz y le seguían? Jesús dijo, “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado” (Jn. 15:18-21).
Hablando de lo que les pasará a los santos en los últimos días, Jesús dijo, “Os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre” (Lc. 21:12).
Jesús continuó advirtiéndoles que serían entregados, y “… matarán a algunos de vosotros; y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre” (Lc. 21:16-17).
Pablo declara enfáticamente, “Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Tim. 3:12).
Es absolutamente imposible para la iglesia verdadera, o cualquiera de sus líderes, ser aprobados o aceptados por el mundo. Un hombre piadoso, una iglesia piadosa serán perseguidos y malditos por el mundo, por sus reyes y sus gobernantes. Jesús no va a permitir ninguna excepción a esta regla, ya que advirtió, “¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas” (Lc. 6:26).
¡Ay de esta iglesia de Laodicea y sus aspiraciones políticas! Si el mundo los acepta, sólo puede ser el resultado de quitar la afrenta de la cruz. Por casi dos mil años la iglesia de Jesucristo ha sido rechazada y perseguida por el mundo. La sangre de millones de mártires rechazados clama desde la tierra. Por siglos, hombres y mujeres de Dios guiados por el Espíritu han sido quemados en la hoguera, aserrados, perseguidos y cazados como animales. Santos piadosos fueron decapitados; otros fueron ahogados; muchos fueron arrojados a los leones. La Biblia dice que conforme a la fe murieron todos estos y que el mundo no era digno de ellos. ¿Tengo ahora que creer que Jesús ha cambiado de parecer y ha decidido cerrar las edades con una iglesia tibia, rica, mimada, jactanciosa, egocéntrica? ¿Acaso el último ejército de Dios estará formado por promotores políticos en busca de votos? ¿Acaso los ganadores de almas serán reemplazados por solicitantes yendo a las carreteras y a los caminos buscando firmas para alguna causa social?


¡LA GRAN PREOCUPACION DE DIOS ES PARA CON LA IGLESIA QUE SE DICE SER BAUTIZADA POR EL ESPIRITU!

Hace mucho tiempo que la iglesia muerta, fría y liberal se ha abandonado a sus caminos pecaminosos -no es la principal preocupación de Dios en estos últimos días-. Hay denominaciones completas que se han vuelto paganas, el Espíritu de Dios las dejó hace muchos años. Pero el enfoque de Dios está, tanto en las iglesias evangélicas y carismáticas, en los compañerismos y ministerios organizados como en los no organizados. Del cuerpo de creyentes carismáticos es de donde ha salido toda la predicación de la prosperidad. Aquéllos que se dicen ser bautizados y guiados por el Espíritu Santo, son los que continúan diciendo, “Dios te quiere rico, lleno de bienes y autosuficiente en todas las cosas”. Es de este cuerpo de creyentes carismáticos que las nuevas doctrinas del dominio de la tierra han nacido.

He sido un predicador carismático por más de 30 años y puedo decir con Pablo, “Hablo en lenguas más que todos vosotros”. Pero me aflijo por las seducciones y falsas doctrinas que están ahora barriendo con tantos creyentes carismáticos faltos de discernimiento. Multitudes de ellos están siendo engañados, acribillados, estafados y arrastrados por doctrinas de demonios.

Lo que Dios lamenta es LA MEZCLA siendo introducida en círculos carismáticos. Mezcla es sinónimo de tibieza. Usted encuentra esta mezcla dondequiera que voltee en estos días. Asista a un, así llamado, concierto de rock cristiano por ejemplo. Qué mezcla tan increíble. Casi siempre empiezan diciendo, “Estamos aquí sólo para ministrar a Jesús; solamente, para glorificarlo”. Escuchará una dulce plática acerca de santidad, arrepentimiento y de renunciar a todo por Jesús. Luego, de repente el espíritu de Elvis Presley parece que cae sobre ellos y son transformados enfrente de sus ojos en rockeros apasionados, sin vergüenza, muy movidos y joviales. Antes de que el evento termine, los oirá jactarse, “Vamos a llevar a Jesús a donde la iglesia nunca va. ¡Dentro de bares, conciertos seculares, televisión! Estamos orando para que Dios nos dé oído del mundo. Queremos llegar a la misma multitud del mundo”.

Si voy a creer lo que Jesús dijo -van a ser estampados tomates sobre ellos y van a ser espantados y corridos del escenario por esa gentuza del mundo- eso es, si realmente ministraron en el Espíritu. Entre más canten por Jesús, más serán odiados y despreciados. Cantantes del evangelio que están siendo alabados y aceptados por el mundo, han perdido la presencia de Jesús -precisamente la propia causa del rechazo-. El evangelio de Jesucristo es una ofensa al judío y locura al gentil.


LA MENTIRA DE LAODICEA INCLUYE RECHAZO AL REPENTINO E INMINENTE REGRESO DE CRISTO

¿Puede usted creer lo que están predicando ahora? Ellos están diciendo, “Jesús no puede venir, sino hasta que dominemos el mundo. No puede venir hasta que tomemos el dominio y lo traigamos de regreso a un mundo al cual hemos traído a sumisión”. Se burlan de un repentino e inminente regreso de Cristo.

Jesús dice que un “siervo malo” es el que dice en su corazón, “Mi Señor tarda en venir” (Mt. 24:48).

Este tipo de enseñanza es el resultado directo del decaimiento espiritual, tibieza y cansancio de cargar la cruz. Cuando el amor por Jesús está encendido, hay un anhelo de su pronto regreso, un deseo ardiente “¡de estar con El, de contemplar su gloria!”. Pero ahora, como el pecado abunda, el amor de muchos está congelado; el sacrificio de uno mismo y la negación de sí mismo son repudiados; y la iglesia corre en busca del honor y el poder de este mundo.

Ahora se mofan en la idea de que los creyentes serán “transformados en un abrir y cerrar de ojos” (1 Co. 15:51-52). Han colocado la venida del Señor en un futuro remoto y su principal preocupación no es lo que Cristo está haciendo, sino lo que la iglesia está haciendo. El interés actual no es interno, sino externo -alcanzar más miembros, crecer en influencia y establecer un reino terrenal-.

Jesús dijo, “He aquí yo vengo pronto” (Ap. 22:12). Pablo escribió, “Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche… Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón” (1 Tes. 5:2-4). Pedro también confirmó el regreso repentino del Señor: “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche” (2 Pe. 3:10).

Jesús le advirtió a la iglesia de Sardis que fueran vigilantes y expectantes -y que se arrepintieran o serían tomados por sorpresa-. “Guárdalo y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti” (Ap. 3:1-3).

¿Por qué debe cualquier cristiano y estar alerta si la venida de Cristo ha sido pospuesta para alguna hora lejana? Vamos a creer en predicadores modernos y tibios, o vamos a descansar nuestra fe en lo que Jesús dijo, “Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el hijo del hombre vendrá a la hora que no pensáis” (Mt. 24:44). Jesús nos advirtió , “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora” (Mt. 25:13). Esa es la manera en la que cristianos apostólicos del Nuevo Testamento vivían en el primer siglo. Compartían el deseo intenso de Pablo de “partir y estar con el Señor”. Estaban ocupados haciendo la obra del Señor, trabajando y obedeciendo sus mandamientos; pero así como Abraham, buscaban una ciudad cuyo constructor y creador es Dios.

Los predicadores de la doctrina del reino y del dominio espiritualizan todo lo que tenga que ver con el pronto regreso de Cristo. ¿Pero cómo se espiritualiza este mandamiento de Jesús tan práctico: “Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana; para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo. Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad” (Mc. 13:35-37)?

La corona de justicia que el juez dará en aquel día está reservada sólo para “LOS QUE AMAN SU VENIDA” (2 Tim. 4:8). Yo le pregunto a usted, ¿anticipa su pronto regreso?, ¿lo anhela?, ¿su regreso por sus escogidos es todavía su esperanza? Lo era para Pablo quien escribió, “Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13).

Las últimas palabras de Jesús en la Biblia son: ciertamente vengo en breve (Ap. 22:20). El Espíritu y la Esposa dicen: “Ven” (Ap. 22:17). ¿Qué es lo que dice usted? ¿Quién cree usted que está poniendo dudas en la mente de la novia acerca del regreso de su Amado? ¿Quién es ese que busca tener su mente atada con cosas del mundo, enfocada no en la gloria de Cristo, sino en su propio dominio y lugar en este mundo? ¿Quién haría a la novia sentirse como viuda desamparada, abandonada por su novio porque todavía no está lista y dominante? Ciertamente no el Espíritu Santo, porque el espíritu clama, “¡Sí, Señor Jesús, ven pronto!”.

¿Acaso el Señor ha mandado a su iglesia a que posponga su venida y mientras establecer un reino terrenal de justicia, o nos ha mandado a poner aceite en nuestras lámparas, despertar y alistarnos en cualquier momento para su regreso? ¡Deje de que la Palabra conteste eso! “Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas; y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran enseguida” (Lc. 12:35-36). Luego Cristo añadió estas palabras: “Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando” (Lc. 12:37). ¿Para qué velar, para qué estar alertas, para qué ceñir los lomos, para qué estar listos, para qué buscarlo, si la venida de Cristo está pospuesta al futuro remoto, esperando las acciones militantes de la iglesia?

El Señor sabía lo que pasaría con la iglesia cuando fue dicho: “El Señor retarda su venida”. Habría negligencia; habría gente comiendo y bebiendo, borrachera, no habría una urgencia de prepararse. “Mas si aquel siervo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzara a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y a beber y embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles. Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes…” (Lc. 12:45-47).

Tal ignorancia de su condición espiritual real es posible para la iglesia sólo cuando el Espíritu Santo ha sido contristado y su voz silenciada. Si el espíritu de Dios no puede hablar, ellos fomentan sus propios engaños y jactanciosos cuando los juicios de Dios están a punto de estallar.

Gracias a Dios, hay un remanente santificado, separado, escuchando la voz del Espíritu Santo, y no pueden ser engañados o atrapados desprevenidamente. Son los atalayas que han detectado los desvíos del enemigo; son valientes para exponer las enmascaradas doctrinas de demonios. Aquéllos que oyen lo que el Espíritu está diciendo, saben lo que el Señor está a punto de hacer. Ven la tormenta formándose, oyen el trueno avecinándose, saben que Dios ya está juzgando Su casa y Su nación en particular.

La iglesia de Laodicea se ha elegido a sí misma, sin ninguna guianza del Espíritu Santo, no para alumbrar al mundo, sino para dominarlo. Se ha convertido en la maestra de mentiras más grande del universo. Está confiada en su propia fuerza y sabiduría, mezclando al mismo tiempo falsas doctrinas con la verdad del evangelio. Ha decidido derribar la gran distinción que Cristo estableció entre la iglesia y el mundo.


DEBEMOS AFERRARNOS AL CONCEPTO APOSTOLICO DEL REINO DE CRISTO

Los apóstoles vieron en la persona sobrenatural del rey una sombra de la grandeza y gloria de su reino (2 Pe. 1:16). Como el Hijo de Dios encarnado, y teniendo toda potestad en el cielo y en la tierra, su reino sobre la tierra no podía compararse con otros reinos terrenales. Su símbolo era la Santa Ciudad, que descendería desde el cielo proveniente de Dios. Y, como el Rey era un hombre que había resucitado de los muertos y llegado a ser inmortal, así podía ser el gobernante perfecto de parte de Dios a través de todas las edades, así serán también todos aquéllos que le ayudarán en la administración de su gobierno. Sus reyes y sacerdotes deben ser hechos semejantes a Él; solamente bajo este tipo de gobierno celestial podrá establecerse un orden social perfecto, y todas las naciones habitarán en paz bajo Su reinado.

Los apóstoles siempre distinguieron claramente entre la acción sacerdotal actual del Señor en el cielo que comenzó con su ascensión, y su futura función como Rey aquí en la tierra. Él ha ido al Padre para ser el gran Sumo Sacerdote, siempre intercediendo en el Lugar Santísimo. Cuando esta obra de intercesión sea terminada, y la iglesia, Su cuerpo, sea reunido y perfeccionado, entonces y sólo entonces vendrá para sentarse sobre el trono de su gloria y así comenzar Su obra como Juez y Rey (Mt. 25:31). En el momento de su ascensión, fue investido de toda autoridad; sin embargo, la ejecución presente de ella es providencial e invisible. Ahora mismo, Su autoridad es suprema, aunque el mundo todavía no lo conoce ni lo reconoce como Rey. La esfera de Su gobierno visible está actualmente en la iglesia misma, donde Su voluntad es dada a conocer por el Espíritu al escoger a Sus ministros, y a Su completa administración. No hasta que Él regrese y tome el reino, Su gobierno sobre las naciones es revelado, y todos los gobernantes humanos lo reconocen a Él como la fuente de Su autoridad. Entonces, Él “toma para Sí mismo gran poder, y reina”. Hasta ese tiempo, la iglesia deberá estar en el mundo, así como Él lo estuvo, Sus derechos divinos no han sido reconocidos, sino rechazados y expuestos a la enemistad y reproche. La iglesia no puede reinar con Él, hasta que Él venga a establecer Su reino.

Ese es el concepto apostólico del reino de Cristo. Esto difiere en gran manera con aquéllos que enseñan que Cristo comisionó a la iglesia para que administrara el reino en su ausencia, y traer a todas las naciones a su obediencia, para traerlo de regreso como rey a un mundo en el que todos los enemigos ya están puestos debajo de sus pies. Ellos enseñan que Cristo puede regresar, sólo hasta que todas las naciones crean en Él, y justicia y paz llenen la tierra. Esto es un alejamiento radical de lo que los apóstoles enseñaron. Roma desarrolló totalmente esta doctrina de dominio, siglos atrás. Fue formulado por Agustín en su “Ciudad de Dios”. Entonces la iglesia empezó a reclamar que habían de gobernar a favor de Cristo en su ausencia. Llevaron la enseñanza hasta su lógica conclusión, asegurando la absoluta supremacía de su obispo -el Papa-.

Cuando el primer amor se enfría y el regreso del Señor está retrasado indefinidamente, los de Laodicea se cansan de cargar la cruz y empiezan a preguntar, “¿No son estas palabras descorazonadoras del Señor y los apóstoles, limitadas a sus propios días?” ¿Acaso ha de continuar esta hostilidad del mundo hacia la iglesia hasta el final? ¿Cómo puede ser esto conforme a Su misión divina y a Su evangelio de amor? ¿Acaso Él no ha dicho que el evangelio debe ser la levadura fermentando la comida, y como la semilla de mostaza convirtiéndose en un árbol? ¿Acaso Él no ha dicho que “todo el poder es ahora mío”? ¿No se llama a Sí mismo “El Príncipe de los reyes de la tierra”? ¿No debe el hombre fuerte, Satanás, ser atado antes de que nosotros podamos saquear sus bienes?” Y cuando en el cuarto siglo, Constantino, el emperador romano, se convirtió en un creyente y el cristianismo tenía el poder imperial tras él, llegó a ser casi la creencia universal que el día de sufrimiento y persecusión había pasado. De todas las bases cristianas se levantó un clamor de júbilo, “Satanás está atado; el día de triunfo ha llegado; Cristo está reinando a través de Su iglesia”. Ahora las profecías pueden venir a su cumplimiento: “Todas las naciones vendrán a Su luz, y los reyes al resplandor de Su nacimiento”. ¡Qué engaño resultó ser!


¡LOS DE LAODICEA NO RECONOCEN A SATANÁS COMO DIOS DE ESTE MUNDO!

Existe una negación práctica del poder de Satanás como “el príncipe de este mundo”. Ellos no pueden negar su existencia, ya que ha sido muy claramente testificado por el Señor y sus apóstoles. Tampoco pueden decir que su poder ha sido destruido y que ya no es temible. Pablo lo llamó “el dios de este mundo” (2 Co. 4:4), y Juan dijo, “el mundo entero está bajo el maligno” (1 Jn. 5:19). En Apocalipsis 12:3, aparece bajo el símbolo del dragón, como el enemigo activo de Dios y de su Cristo, y esto durará hasta la derrota del anticristo, hasta que él sea atado (Ap. 19:20). Pero a pesar de todas estas declaraciones claras y el reconocimiento continuo de varias formas de actividad satánica en individuos, los de Laodicea ahora dicen, “Satanás ya no reina; está atado; no puede ofrecer oposición efectiva alguna a nuestra unidad o a nuestra actividad misionera ni va a impedir que nosotros establezcamos el reino”. Hay muy poco acuerdo en lo que respecta al tiempo en que fue atado. Ellos argumentan, “¿Cómo puede establecerse el reino de Dios mientras Satanás y sus ángeles todavía tienen su poder en la tierra?”.

Al creer que ya no están expuestos a los ataques de este sutil y poderoso adversario, no ven una necesidad de estar alertas en forma especial. Estando el hombre fuerte atado, la iglesia puede apoderarse de los bienes de éste; estando expulsado de la tierra, la iglesia ahora puede tomar posesión de ella. ¡Qué perversión tan sutil de la verdad!

viernes, 20 de noviembre de 2009

¿QUÉ ES JUZGAR?

Por Charles G. Finney

Queridos hermanos, permítanme a través de estas l íneas dirigirme a la Iglesia para tratar un asunto de gran delicadeza, y al mismo tiempo de gran importancia. Repetidos comentarios en diferentes mensajes cristianos, me permiten observar que una muy importante distinción se está pasando por alto y esto está calculado para hacer un gran daño en la Iglesia. Los escritores, pastores, predicadores, etc., a los que me refiero, parecen confundir lo que llaman “Acusaciones” con la “Fidelidad cristiana”. ¡Un error más demoledor sería difícil de imaginar o enseñar! Esta confusión existe especialmente en sus mentes y en sus mensajes con respecto a cualquier cosa que se dice acerca de las fechorías de los ministros del evangelio. Parecen asumir, uno, que los ministros de la Palabra están universalmente en un estado de santificación permanente, y si no lo están, parece que a ellos no se les debe reprobar por pecar, como a los demás hombres, ni exhortar al arrepentimiento. Parecería, que NO se puede decir nada acerca de los pecados de los ministros, y que ellos no pueden ser reprobados o advertidos, ni en la más profunda gentileza y amor, sin que se le trate a uno como “acusador” o “demasiado juzgón”.

La clase de predicadores y escritores a la que me estoy refiriendo, supone que el hablar clara y directamente acerca de los pecados de la Iglesia, “redargüir, reprender, exhortar” atinadamente y en una manera urgente y afectuosa es también “juzgar” y “criticar”. En otras palabras, parece que la práctica de muchos escritores y predicadores de hoy en día, es confundir totalmente (como lo dije antes), la fidelidad cristiana con el “juzgar y criticar”. Ahora bien, si se permite que esta confusión siga adelante sin notarlo, hasta que la reprensión, en vez de ser considerada una virtud se considere un vicio, la Iglesia inevitablemente será destruida. Si el reprobar los pecados de los ministros, o de cualquier tipo de cristianos u hombres, es considerado como “juzgar” y “criticar”, entonces el poder del glorioso evangelio será destruido. Permítanme a continuación puntualizar lo que yo creo que es la correcta distinción entre juzgar en una manera criticona y la verdadera fidelidad cristiana. Permítanme mostrar que la fidelidad cristiana es universalmente obligatoria; y que los ministros están tan obligados a reprender a sus consiervos como a cualquier otro tipo de persona y por último, que las personas que se quejan de esto evidencían, sin lugar a dudas, que tienen un espíritu orgulloso y turbulento.

Primeramente, veamos la diferencia entre el “juzgar” y la fidelidad cristiana. Considero que “juzgar” es una disposición de censurar, culpar y condenar a otros, y hacer esto hablando de las fallas de otros con una intención egoísta y perversa. Esto se ve al pasar juicios severos y sin amor acerca de los motivos de otros, aun cuando su conducta parece adecuada. Consiste también en “publicar” sus faltas en una manera aun cuando no se requiere según la ley del amor y la benevolencia. La fidelidad a Cristo, con respecto a las faltas de otros, consiste en reprobar a otros por sus pecados por amor a Dios y a las almas de los hombres. Consiste también en reprobarlos, advertirlos y exhortarlos a abandonar sus pecados para la gloria de Dios y el bien de su Iglesia. La fidelidad cristiana, en cuanto a la reprensión, consiste en lidiar y tratar con todas las clases de personas en una manera franca, directa y continua, y al mismo tiempo compasiva. De la misma forma que lo hicieron los profetas, Cristo y los apóstoles. Los pecados por los cuales estos últimos reprendieron y reprobaron a los hombres no eran pecados que conocían solamente por “revelación”, sino pecados que estaban a la vista de todos, y pecados de los cuales sabían que eran culpables, por su propia observación. En las reprensiones que ellos hacían, podemos aprender los grandes principios bíblicos para poder reprender y reprobar como ellos. Y debemos considerar esos principios como las leyes del reino de Cristo y ministrar las reprensiones de acuerdo a ellas. Que se entienda claro, que la fidelidad a Cristo, con respecto a reprobar el pecado, consiste en reprobar a la persona por su pecado en una forma profunda, y al mismo tiempo teniendo dentro compasión y benevolencia. Y cuando haya necesidad, reprender cualquier forma de pecado en cualquier parte. Consiste en hablar debidamente acerca de los pecados públicos de cualquier tipo de personas, en cualquier lugar , siempre y cuando las circunstancias de la Iglesia y la Gloria de Dios lo demanden. Pero, una vez más, digo que el hablar innecesariamente o por motivos maliciosos de los pecados de cualquier tipo de persona, no importa lo terribles y conocidos que sean estos pecados, esto es “juzgar” o “criticar”.

En segundo lugar, la fidelidad cristiana es universalmente obligatoria. Este es un mandato claro de la Biblia. “… Si tu hermano peca contra ti ve y repréndele…” Hay muchos pasajes de la Escritura que hablan de esta obligación: la naturaleza del caso demuestra que esto es una obligación de todos. Es una consecuencia natural del amor benevolente. Para un hombre con amor benevolente es tan natural el reprobar a otros por sus pecados y avisarles que “huyan de la ira que viene”, como sería el dar la voz de alarma a sus vecinos si su casa se estuviera quemando.

Como dije, los ministros están obligados a reprobar a sus consiervos así como a reprobar cualquier otra clase de persona. Cuando Pedro, en una ocasión era culpable de un pecado, Pablo lo resistió cara a cara. Aquí tenemos el ejemplo de un apóstol reprobando a un apóstol. En ningún lugar los ministros son la excepción a la regla general del reino de Dios. -Que todos los hombres deben ser reprobados por sus pecados- ¡No hay ninguna razón por la cual deberían ser la excepción! Los pecados de los ministros son especialmente dañinos para la Iglesia y para el mundo. Hay entonces una razón importante para que ellos sean enfrentados fielmente por sus pecados. Puesto que los ministros son considerados ejemplos públicos para la gente, sus pecados deben ser especialmente señalados como pecado, y públicamente reprobados ¡a menos que querramos que sus pecados sean pasados por alto por la gente y la gente comience a imitarlos como si fueran virtudes!

Su compromiso de ser santos es tal, que los ministros ciertamente merecen reprensión, si no caminan rectamente e íntegramente. En el mismo grado de importancia de su llamamiento, así también es necesario que se les confronte consistentemente por todo tipo de personas y especialmente por sus hermanos ministros. Siempre se debe de tener respeto a su carácter oficial, y se les debe ministrar reprensión especialmente (y ciertamente a TODOS los hombres) y debe hacerse con gran franqueza, amabilidad, compasión, pero asimismo con gran profundidad, escudriñándolos fielmente.

Para terminar, el quejarse de esto es evidencia de que la persona tiene un espíritu de orgullo. Cuando alguien tiene disposición a resistir o resentir las reprensiones en un espíritu de fidelidad a Cristo, es por un lado, porque la persona tiene un espíritu anticristiano. Si las personas no pueden ser reprobadas y aun tratadas duramente por sus faltas, y tomarlas pacientemente, ciertamente están lejos de tener un carácter cristiano. Pedro dijo “Pues, ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. Pues para esto fuistéis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejando ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halla engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pe. 2:20-23). Ahora bien, el apóstol enseña claramente en este pasaje, que incluso el ser reprendido o abofeteado y tomarlo pacientemente cuando somos en verdad culpables no es evidencia de un espíritu cristiano. ¡Pero el rehusar a sufrir la reprensión obviamente debe ser evidencia de un espíritu orgulloso y sin paz! Cuando cualquier clase de gente piensa que está más allá del ser reprobado por otros, ya sea por su posición en la vida o porque son muy influyentes, y creen que otros ya no tienen derecho a reprenderlos por sus pecados, es porque NO tienen la mente de Cristo. Esto, especialmente cuando rehusan la reprensión de sus hermanos, que son natural y eclesiásticamente sus iguales. En resumen, cuando un hombre, o grupos de hombres, están en tal estado mental que se niegan a ser reprobados por sus pecados aun por el menor miembro de la congregación o aun por un niño, están en un estado de orgullo y de inconversión, y en ese estado mental, Dios no los bendecirá.

Permítanme terminar este mensaje con algunos comentarios. Es de desearse, el que hubiera mucha más fidelidad a Cristo, con respecto a reprender cualquier tipo y forma de pecado que hay en la Iglesia. Debe haber mucha más de esta fidelidad o la Iglesia no puede prosperar.

Es grandemente deseable que los ministros sean mucho más consistentes en reprobarse los unos a los otros tanto en público como en privado.

Sería de gran bendición que esto se hiciera en un mejor espíritu, que en el que generalmente se hace. Debería hacerse mucho más profundamente, de manera que alcance la raíz del asunto. Es de infinita importancia, que el trato claro y franco de esos pecados se reciba en un espíritu correcto y que los ministros especialmente consideraran bien el ejemplo de David, que a pesar de ser rey, cuando fue reprendido atinadamente en forma personal por el profeta Natán, en vez de resentirlo, y quejarse de que lo estaban “juzgando” y “exhibiendo” exclamó con toda humildad, como un hombre de Dios, “He pecado contra Dios”. Mientras tanto los ministros están dispuestos a quejarse y a tratar todas las reprensiones, no importa que tan amables, como si fueran “críticas” y “condenas”. No tienen por que esperar la bendición del Señor cuando se haga esta queja, nosotros debemos examinar con cuidado y en oración nuestro espíritu, motivos, y maneras de ministrar la reprensión; pero de ninguna manera, debemos detenernos de seguir reprobando a la persona en una forma completa, que llegue hasta lo profundo de su ser, compasivamente y con benevolencia; ya sea hasta que haya reformación o hasta que el caso sea sin esperanza, hasta que se aplique el principio que Cristo les dio a sus discípulos con respecto a los líderes religiosos de su tiempo: “Dejadlos, son ciegos, guías de ciegos”.

Ahora bien hermanos, he escrito este mensaje en la gentileza y amor de mi corazón y sospecho que en esto seré acusado de “juzgón”, “muy crítico”; y sospecho que lo que sé que hablo con amor puede ser confundido con un espíritu condenatorio. Pero, mis hermanos, nada puedo hacer: Deseo llamar la atención de la Iglesia y del ministerio a esta simple distinción, y ruego en oración que la consideren, cada vez que se hallen reprendidos. “Que el justo me castigue, será un favor, y que me reprenda será un excelente bálsamo” (Sal. 141:5).

viernes, 6 de noviembre de 2009

¡SEÑOR!, ¿DANOS UN AVIVAMIENTO?

Condiciones para un avivamiento

Nuestro grave error es querer que Dios envíe un avivamiento bajo nuestros términos. Queremos tener el poder de Dios en nuestras manos, para invocarlo y que trabaje para nosotros, promover y fomentar nuestra clase de cristianismo. Queremos aún tener el mando, guiando el carruaje a través del ambiente religioso en la dirección que queremos dirigirlo, proclamando: “¡Gloria al Señor!”. Cierto, pero honestamente estamos en cierta forma buscando una porción de esa gloria para nosotros mismos. Pedimos a Dios que envíe fuego a nuestros altares, ignorando completamente el hecho de que son nuestros altares, no el de Dios. Y como los profetas de Baal trabajamos por nosotros mismos frenéticamente como si por medio de la fuerza pudiéramos dirigir el brazo del Todopoderoso.

Todo el error proviene de una noción confusa sobre el avivamiento y una falla en reconocer las leyes morales que sustentan el reino de Dios. Dios nunca obra caprichosamente; sus métodos nunca son impulsivos o erráticos. Él nunca envía juicio a menos que haya una violación a sus leyes, ni envía su bendición si no hay obediencia a las mismas. Tan precisos son sus actos tanto de justicia como de misericordia que un observador sabio, consciente de las circunstancias, podría predecir con absoluta precisión cualquier visitación de juicio o gracia que Dios pudiera enviar a una nación, una iglesia o una persona.

A. W. Tozer (18971963)

¡SEÑOR!, ¿DANOS UN AVIVAMIENTO?

Avivamiento… otra definición podría ser “restablecer”, “reparar” o “restaurar”. Oseas 10:12 dice: “Sembrad para vosotros en justicia, segad para vosotros en misericordia; haced para vosotros barbecho; porque es el tiempo de buscar a Jehová, hasta que venga y os enseñe justicia”.

¿Qué es el barbecho? El barbecho es una tierra que fue fructífera y por lo tanto ha sido arada, pero como resultado de no haberse sembrado ninguna semilla en ella se ha convertido en tierra improductiva.

Nótese que aquí se hace un énfasis en el hombre: dice que nosotros tenemos que hacer barbecho, es decir tú debes quebrantar tu barbecho. Otro aspecto acerca de esto mismo está en el Salmo 85:6: “¿No volverás a darnos vida, para que tu pueblo se regocije en ti?” Entonces, está hablando de que hay una ausencia de gozo, de vitalidad; hay una ausencia de plenitud.

La sola palabra “avivamiento” o “reavivar” presupone vida. Sólo se puede avivar aquello que ya ha tenido vitalidad, vida que se ha enfermado, debilitado o que se ha vuelto apática. Creo que la analogía más exacta que puedo darte es el caso reciente de un hombre que aparentemente se ahogó. Él estuvo bajo el agua por un espacio de tiempo inconcebible. Entonces alguien lo sacó, trabajó y trabajó en él hasta que finalmente volvió a la vida. Esto es en realidad el significado de “avivamiento”, significa “revitalizar”, significa recuperar el poder perdido, significa recobrar el vigor perdido.

En el libro de los Hechos 3:19 podemos leer: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio”. Aún antes de decir cualquier otra cosa sobre el avivamiento, debemos reconocer esto: que el avivamiento es un acto de misericordia en la soberanía de Dios.

Avivamiento no es lo mismo que evangelización

Hay una gran diferencia entre avivamiento y evangelización. Cuando hablamos de avivamiento aquí en Estados Unidos pensamos en promover nuestra congregación: “Nuestro avivamiento comenzará este domingo por la noche, y terminará el próximo domingo a cierta hora”. Obviamente, esto es algo puramente mecánico, es algo que los hombres han diseñado.

Creo que algo que ofende de un avivamiento –en un sentido histórico– es que no puede ser controlado. Como dijera el Dr. Tozer: “Cuando el avivamiento llega hace cambiar el clima moral de una comunidad”. Puedes tener un avivamiento en la Iglesia –como aconteció con Carlos Spurgeon–. Puedes tener un avivamiento que abarque una ciudad, o puedes tener un avivamiento que alcance a la nación entera, y es en este contexto que estoy pensando más que en los otros (aunque a veces el avivamiento se extiende de aquí para allá, como se propaga el fuego).

El avivamiento no puede ser controlado, en cambio el evangelismo sí puede organizarse. El avivamiento no puede ser subsidiado, el evangelismo comúnmente puede y debe ser así. El avivamiento no puede ser publicitado, el evangelismo sí.

Puede costar millones de dólares, como sucede a menudo, el tener uno de nuestros grandes y modernos así llamados “avivamientos”. Tendrías que pagar grandes sumas de dinero por tener algún espacio en la televisión, por ejemplo –quizás un millón de dólares por noche–. Esto resulta inverosímil e impensable para mí en el contexto de un avivamiento bíblico o incluso histórico. ¿Por qué un avivamiento no necesita de promoción? Por la simple razón de que el fuego es lo que más se promociona a sí mismo, sea fuego material o el fuego del avivamiento, éste atrae a las personas como un imán.

Cómo intentar llevar esto a la tecnología moderna ya que un avivamiento no puede programarse en computadora. Hay información que se puede almacenar en una computadora y listo, obtendrás una respuesta acorde a los datos que se le suministraron. Pero un avivamiento no puede ser pronosticado o programado en computadoras. Hay periodos en los que predomina una sola cosa. A veces el avivamiento se manifiesta con un profundo dolor. Otras veces el avivamiento se manifiesta a través de gozo y éxtasis hasta que no sabes si te encuentras en el cuerpo o has salido de esta tierra. A veces el avivamiento es rodeado por quietud y reposo.

Hay veces en las que asistes a una reunión de oración y el poder de Dios se manifiesta. Hay quietud y reposo que te hace sentir inspirado. Presientes: “…algo está sucediendo ahora, alguien saldrá pronto con el corazón quebrantado… suplicando en agonía”. El avivamiento no puede reducirse a conceptos racionales. Una vez más, lo más contundente de un avivamiento es que no puedes señalar cómo, por qué o dónde comenzó. Es completamente un acto de Dios.

Puedes encontrar un hombre que iba con una serie de mensajes a cierta comunidad y al poco tiempo todos se salvan, es asombroso. Después se va a otro pueblo exactamente con el mismo grupo de gente, derramando el mismo tipo de intercesión, realizan el mismo duro trabajo con dolores de parto por las almas, pero no hay respuesta.

No puedes predecir y no puedes organizar un avivamiento. ¿Por qué? Porque no puedes controlar de dónde sopla el viento. El Espíritu, el viento, sopla de donde quiere. Si dijeras que vendrá de esta manera, viene de otra. Si dices que Dios va a usar a tal o cual hombre, a menudo Dios ni siquiera se preocupará por tal persona. Muchas veces el avivamiento viene a través de personajes desconocidos.

Visión: un concepto olvidado

Creo que el mundo nunca ha estado en un estado de confusión tan grande como ahora. No creo que nuestra nación lo haya estado. Lo que sea que tengamos que decir acerca del avivamiento, antes tenemos que reconocer que hay tres factores en la vida natural: concepción, gestación y nacimiento. No puedes alterar el orden. Así mismo, nunca habrá avivamiento, que sea notorio, que no sea precedido por una intercesión agonizante. Tal vez dirás: “Yo no he llegado a esa etapa de semejante intercesión. ¿Cómo es eso?”. Bueno, ésta viene por medio de una VISIÓN.

Si en verdad queremos captar el concepto de avivamiento necesitamos tener una visión del profundo dolor de Dios por el pecado. Necesitamos comprender cómo, día tras día, ofendemos a Dios. Cómo país ofendemos a Dios en millones de formas. Una vez mientras predicaba en las Bahamas, observé una gran columna de humo que resultó proceder de unos neumáticos que se estaban quemando. Era tan negro como podía ser, y por allá lejos miré una pequeña espiral de vapor que subía del suelo. No pensé mucho en ello sino hasta un año después, cuando orando el Señor me dijo: “Esa gran densidad de humo negro es semejante a la cantidad de pecado que sube delante de mí cada día”. Todas las blasfemias, toda la incredulidad, todas las inmundicias, toda la mentira, todo el engaño, toda la perversión sexual, toda la borrachera, toda esa inmensa columna de iniquidad sube delante de Dios. Y he aquí nosotros hacemos subir un pequeña cantidad de vapor que son las alabanzas que Dios recibe de su pueblo. Si queremos darnos cuenta de lo mucho que necesitamos un avivamiento, primero debemos reconocer las dimensiones del pecado. Debemos entender que el pecado lastima a Dios.

Salmos 84:4 dice: “Restáuranos, oh Dios de nuestra salvación, y haz cesar tu ira de sobre nosotros. ¿Estarás enojado contra nosotros para siempre?”. El Salmo 80:3 dice: “Oh Dios, restáuranos; haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos”. Nótese que esta frase se repite en los versos 7 y 19, “…haz resplandecer tu rostro”, “…haz resplandecer tu rostro”. Sabes, creo que una de las tragedias más impresionantes de nuestros días es esta: el pueblo de Israel no podía vivir si Dios volteaba su rostro lejos de ellos, ¡y parece que nosotros no podemos vivir si Dios no vuelve su rostro sobre nosotros!

Lo maravilloso de la presencia de Dios… lo asombroso de su majestad… hemos tenido reuniones, particularmente el mes pasado, donde yo me sentaría. Al terminar la sesión yo no sabía que hacer con eso, y entonces el pastor dijo: “Bueno, no sé cómo manejar una reunión como esta, ¿qué es lo que se hace?”. El derramamiento del poder de Dios fue tan maravilloso que no había manera de conducirlo, por lo que sólo dejamos que la reunión siguiera su propio curso. Habíamos tenido reuniones que duraban cinco horas, comenzando a las siete y terminando a la media noche. Venían estudiantes, universitarios y hombres de negocios. Cuando Dios viene nuestras diferencias sociales no importan, nuestras diferencias intelectuales no importan. Hay una sensación arrolladora de que Dios está tratando, no tanto con mi intelecto, ni con mi cuerpo, ni con mis emociones sino con el hombre interior… el ser interior… el templo interior donde Él quiere morar.

¿No les parece asombroso lo que el Ayatolá Khomeini ha hecho? Ese hombre ha hecho cosas positivas. Ha expulsado el licor de su país. Nuestro presidente no se atreve a hacer eso. Hace una semana convocó a toda su nación a orar y ayunar cinco días. ¿Crees que existe alguien aquí en Washington que tuviera la suficiente visión para hacer eso? Con todo lo que pudieran hablar de espiritualidad, nadie tiene la suficiente sensibilidad para hacer algo así.

El profeta Joel habló a los ministros de Dios. Mira en Joel 1:13: “Ceñíos y lamentad, sacerdotes; gemid, ministros del altar; venid, dormid en cilicio, ministros de mi Dios”. Ve hacia el verso 12 del capítulo 2: “Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos”. Sigue al verso 17: “Entre la entrada y el altar lloren los sacerdotes ministros de Jehová, y digan: Perdona, oh Jehová, a tu pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad”.

Entonces, ¿cómo se llega a tal condición? No hay forma de llegar a ese nivel en cuestión de diez minutos. Es un trabajo, una transformación, un deber. Tiene que haber un quebrantamiento personal de mi barbecho estéril. ¿Qué hay en mi propia vida que obstruye el fluir del Espíritu? Si vas a romper tu barbecho debes someter tu propia vida a una rigurosa disciplina –y somos la generación de creyentes más indisciplinados que jamás haya existido–. No hay manera de llegar al avivamiento a menos que primero venga el quebrantamiento.

Dios no busca llenar sillas vacías, él no está interesado en llenar iglesias vacías. Él está preocupado por llenar corazones vacíos, vidas huecas y ojos ciegos que no tienen visión. Los corazones que no tienen pasión y las voluntades vanas que no tienen propósito.

¿Alguna vez has pensado en lo complejo de la religión judía? Una gran cantidad de sacerdotes y levitas, ofrendas y sacrificios, lunas nuevas, días de reposo y el Urim y Tumim. De repente, Dios pone entre ellos a un individuo solitario con una sola comisión: “Prepara el camino del Señor”. Pero tal persona tiene todo este sistema en su contra: por lo menos dos mil sacerdotes, un sumo sacerdote y un templo muy venerado. Un sistema de compra y venta de ganado y otras cosas para los sacrificios. Un atrio exterior donde podías presentarte a un sacerdote y declararle tu pecado y tu culpa para que hiciera expiación por ti. Y este hombre viene de repente diciendo que todo ese ritual es obsoleto, que Dios se manifestará independientemente de todo aquello y que hay Alguien más. Ellos dicen: “Debes ser el hombre”. Él dice, “¡Oh no, no, no! ¡Yo no soy él! Sólo vengo a preparar el camino del Señor”.

Ahora piensa en el dolor de Dios después de la caída de Adán. Piensa en la tristeza de Dios después de que el sistema religioso judío que él mismo instituyó también fracasó.

Pero piensa en algo que podría ser aún más sorprendente: piensa en el hecho de que han pasado dos mil años desde que Jesús vino a esta tierra y consumó totalmente la redención de nuestras almas… ¡y la Iglesia de hoy continúa arrastrando sus pies!

El dilema carnal en que estamos justo ahora es que la humanidad nunca había caído en una condición tan baja. Las personas suelen decir: “No te preocupes, hemos salido de situaciones como esta”. ¡No, no! No es así. No te engañes. Nunca hemos superado situaciones como esta, ¿Sabes por qué? porque nunca hemos estado en una situación semejante. ¡Esa es la razón!
Nunca hemos tenido un problema como este. Nunca había existido una plaga de divorcios. Nunca hemos tenido millones de niñas menores de 16 años quedando embarazadas como el año pasado. Qué dijeran la noche anterior en las noticias: “Esta noche 20,000 niñas en la nación quedarán embarazadas”. El sexo ya es un deporte. La inmoralidad ha sido aceptada como un estilo de vida. Las personas hablan de que hubo menos divorcios que el año anterior. Bueno, ¿cómo esperan ver más divorcios cuando en realidad ya no contraen matrimonio? Se casaron una vez y se divorciaron. Ahora ya no se toman la molestia de casarse, sólo viven en unión libre. Tener un bebé ¿para qué? “Estamos de acuerdo sólo por conveniencia”, eso es todo. Así que somos una nación arruinada. Nunca, nunca en la historia habíamos necesitado un avivamiento como ahora, en los días que vivimos. Pero tú no ruegas por un avivamiento… no hay tal cosa.

Avivamiento: ¿anhelo o curiosidad?

Los cristianos me dicen donde quiera que voy: “Me gustaría tener un avivamiento”. Yo les digo: “Ah sí, también muchos millones de personas”. Encuentro todo tipo de cristianos pensando lo mismo. Pero no encuentro muchos de ellos preocupados con sinceridad. La gente está muy curiosa por un avivamiento, pero no estamos comenzando a hacer barbecho. No preparamos el camino del Señor.

Recuerdo que cuando era niño solía irme a dormir a la cama con una vela… ¿usted no acostumbraba eso? Recuerdo que pensaba, ¿cuántas otras velas se podrían reunir y encender de aquella vela? Me preguntaba y me preguntaba. Nunca encontré una respuesta, pero a menudo me lo preguntaba.

Fue Carlos Wesley quien escribió el himno:

“Mira cómo una gran llama consume,
encendida por una chispa de gracia.
El amor de Jesús inflama las naciones,
y pone todos los reinos en llamas.

A echar fuego en la tierra vino,
ardiendo en algunos corazones está.

¡Oh, que todos sean atrapados por ese incendio,
que todos participemos de ese gozo glorioso!”.

Jesús dijo: “Fuego vine a echar en la tierra”. ¿Alguno ha escuchado a alguien predicar acerca de ese texto? ¿A qué tipo de fuego se refiere? Bueno, seguramente no al fuego del infierno. ¡Fuego del Espíritu Santo! El fuego más devastador de todos no es el fuego que consume un edificio. Tampoco el fuego del infierno. El fuego más grande y más devastador de todos es el fuego de Dios. A veces decimos, “Dios es amor, Dios es amor, Dios es amor…” y sin embargo nuestro Dios es fuego consumidor, “¿y quién podrá soportar el tiempo de su venida?”. Malaquías dijo: “Porque él es como fuego purificador”. Mateo 3:11: “…él os bautizará en Espíritu Santo y fuego”. Pero tal como ves, ese aspecto no se destaca en los días presentes.

Todo mundo habla sobre el bautismo. Pero, ¿qué entiendes tú por el bautismo? Existe un bautismo con el Espíritu Santo y fuego. No sólo en el Espíritu Santo, también en fuego. Cuando Él venga “…limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará”. Esto también puede pasarle a un individuo, o puede acontecerle a una Iglesia, o puede venir en toda una comunidad, o puede sucederle a la nación entera.

Habrá miles de personas quienes, al verte poner tu corazón y mirada en esto, dirán: “Oh, tienes una visión muy cerrada”. Bueno, pienso que la única razón por la cual el Apóstol Pablo conquistó… triunfó… nos sacó ventaja… sufrió más que nosotros… oró más que nosotros… nos excedió en consagración… y predicó mucho más que nosotros fue porque se enfocó en una sola cosa: “…pero una cosa hago”. Debes tener una sola visión, debes ser de un mismo corazón, debes de tener un solo propósito, “…pero una cosa hago”, se entregó totalmente a la voluntad de Dios.

¿Qué significa esto? Bueno, creo que esto llega a ser una obsesión, como le dije a un hermano esta mañana. Por cincuenta años he llorado, he orado, he gemido, he leído la Biblia, he ayunado y me he reunido con otros hermanos en veladas de oración, días de oración, días y días de intercesión por un avivamiento. No hay muchos indicios de que vaya a venir. Bueno pues, ¿estás seguro? La oración nunca muere. ¿Qué es el incienso bajo el altar? Las oraciones de los santos (ver Apocalipsis 8:15). Nunca hacemos una oración conforme la voluntad de Dios, que Dios no mantenga consigo. Dios jamás desperdicia nada. ¿Acaso crees que tú y yo hemos hecho oraciones producto del dolor, de la angustia y del deseo de ver derrumbarse la iniquidad (después de todo, eso es lo que el avivamiento produce) que Dios deje caer en tierra?

Pero de nuevo, la sombra de oscuridad y muerte está sobre esta generación como nunca antes. Y a pesar de esto, la tragedia más grande de todo es esta: una Iglesia débil y enferma en un mundo moribundo. No tenemos ni la visión ni la pasión, ni por ahora, la intención de poner nuestra vida en orden –para quebrar el barbecho– para preparar el camino del Señor.

Mi esperanza es que a hasta este momento no sólo estemos acumulando mera información y estadísticas sobre un avivamiento, sino que cada uno de nosotros busquemos un avivamiento personal.

¿No derramamos lágrimas por un avivamiento?

“Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán.” (Salmos 126:5). Este es el edicto divino. Se refiere a algo más que una predicación con celo, algo más que una exposición académica. Esto es algo más que dar simples sermones con exactitud exegética y perfección homilética. Se refiere al hombre, ya sea predicador u oyente, que se siente consternado por el poco poder de la Iglesia en el presente drama de la brutalidad de este mundo. Tal persona se contrista con agonía por los hombres que hacen oídos sordos al Evangelio y exponiéndose voluntariamente al fuego eterno. Bajo esta pesada carga, el corazón de dicho hombre rompe en lágrimas.

El verdadero hombre de Dios es un contrito de corazón, afligido por la mundanalidad de la Iglesia, afligido por la ceguera de la Iglesia, afligido por la corrupción en la Iglesia, afligido por la tolerancia del pecado en la Iglesia, afligido por la falta de oración en la Iglesia. Le perturba que las oraciones de la Iglesia ya no derrumban las fortalezas del diablo. Él está avergonzado de que la Iglesia ya no clama en su desesperación ante una sociedad enloquecida por el pecado y conducida por el diablo, “¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera?” (Mateo 17:19).

Muchos de nosotros no tenemos corazones quebrantados por la gloria que antes tuvo la Iglesia porque nunca hemos sabido lo que es el verdadero avivamiento. Nos conformamos con la situación actual y dormimos despreocupadamente mientras nuestra generación avanza rápidamente a la oscuridad eterna del infierno. ¡Vergüenza, vergüenza es lo que deberíamos tener! Jesús azotó a algunos cambistas y los corrió del templo; pero antes de azotarlos, lloró por ellos. Él sabía cuan cerca estaba su juicio. El Apóstol Pablo envió una carta escrita con lágrimas a los santos en Filipos, y les dijo: “Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo.” (Filipenses 3:18). Nótese que no dijo son enemigos de Cristo, sino enemigos de la cruz de Cristo. Ellos niegan o minimizan los méritos redentores de la cruz.

Como estos hay muchos hoy en día. La iglesia católica de Roma no se presenta como un enemigo de Cristo; ella hace énfasis en el santo nombre de Dios. Sin embargo, niega la cruz al afirmar que la Santa Virgen María es corredentora. Si esto fuera así, ¿entonces por qué ella no fue también crucificada?

Los mormones usan el nombre de Cristo, pero van por mal camino para la redención. ¿Lloramos por ellos? ¿Les podremos mirar sin avergonzarnos aquel día cuando nos acusen por nuestra indolencia ante el trono del juicio, diciendo que fueron nuestros vecinos y una ofensa para nosotros, pero no una carga porque están perdidos?

¿Los adeptos del Ejército de Salvación apenas pueden leer la candente historia de su surgimiento sin llorar por ello? ¿Tiene la gloria del avivamiento de Wesley dominados los corazones de los metodistas de hoy? ¿Habrán leído de los hombres bautizados en fuego en el equipo de Wesley? Hombres como John Nelson, Thomas Walsh y un ejército de muchos otros cuyos nombres están inscritos en el libro de la vida, hombres perseguidos y aporreados en las calles cuando mantenían reuniones callejeras. Y aún con todo, mientras la sangre corría por sus heridas, también las lágrimas salían de sus ojos. ¿Tiene Dios gente haciendo guardias en las puertas de los salones de belleza para que ninguna cristiana entre a rizarse el pelo, mientras una cuadra adelante hay un grupo de prostitutas esforzándose por vender su cuerpo maltrecho por el pecado sin nadie que les hable del eterno amor de Dios?

¿Acaso los pentecostales miran hacia atrás con vergüenza mientras recuerdan cuando vivían en la doctrina correcta, con la gloria del Señor morando entre ellos? Cuando tuvieron una Iglesia viva, que significó noches de oración, seguidas de señales y maravillas, diversidad de milagros y genuinos dones del Espíritu Santo. Cuando no se la pasaban viendo el reloj, sino que tenían reuniones que duraban horas, saturándose del poder de Dios.

¿Qué acaso no derramamos lágrimas con estos recuerdos, o sentimos vergüenza al ver que nuestros hijos nada saben de semejante poder? Otras denominaciones tuvieron sus días de gloria y avivamiento. Piensa en las poderosas visitaciones de los presbiterianos en Corea. Recuerda el avivamiento que hizo temblar la tierra en Shantung. ¿Aquellos días se han ido para siempre? ¿No derramamos lágrimas por un avivamiento?

Leonard Ravenhill (19071994)

miércoles, 4 de noviembre de 2009

CARACTERISTICAS CLASICAS DE LOS RELIGIOSOS ENGAÑADOS

Por Carlos G. Finney

1. Una indiferencia hacia los pecados de los demás es evidente de una mente inconversa y que se justifica de los pecados. Es imposible que una alma arrepentida no se oponga profundamente y de todo corazón a cualquier tipo de pecado. Y si en verdad está opuesta de todo corazón es imposible que no manifieste absolutamente esta oposición, pues el corazón controla la vida de una persona por una ley de causa y efecto: "Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él" (Prov. 23:7a).

2. Obviamente, cuando alguien manifiesta complacencia de corazón hacia el pecado o hacia los pecadores, es una evidencia segura de un estado mental de inconversión. "La amistad del mundo es enemistad contra Dios". Cuando alguno se complace en los pecadores, el tal es amigo del mundo, y enemigo de Dios.

3. Cuando alguien manifiesta una falta de celo para oponerse al pecado y promover las conversiones de otros, es un indicador seguro de un estado mental de inconversión. La persona que en verdad ha sido convencida de pecado, y se ha convertido del pecado al amor y servicio de Dios, no puede sino manifestar un profundo interés en todos los esfuerzos que se hagan para expulsar al pecado fuera del mundo. Esa alma no puede ser sino celosa en oponerse al pecado y en edificar y establecer la justicia en la tierra.

4. Cuando alguien manifiesta oposición a Dios en cuanto a su gobierno providencial o moral, es una evidencia de inconversión del corazón. Una persona convertida, como se ha dicho antes, siempre justificará a Dios en todos sus caminos. Esto está implícito cuando el arrepentimiento es genuino. Una disposición a quejarse de lo estricto y lo riguroso de los mandamientos de Dios, el hablar quejándose de la providencia de Dios (de "cómo" Dios permitió que sucedieran las cosas), murmurar ante sus decisiones y sobre las circunstancias en que se ha puesto a una persona es evidencia de un estado mental inconverso y rebelde.

5. Cuando alguien tiene falta de confianza en el carácter, fidelidad y promesas de Dios es una evidencia segura de que la persona no es convertida. Una desconfianza de Dios, en cualquier aspecto no puede ser consistente en un corazón convertido.

6. La ausencia de paz mental, es una evidencia segura de que es inconverso. El alma convertida debe tener paz de conciencia, porque la conversión es un estado de rectitud consciente. También debe tener paz con Dios al contemplar y confiar en el sacrificio de Cristo. El arrepentimiento es un "volverse" de una actitud de rebelión contra Dios, a un estado de sumisión universal a Su voluntad y una aprobación de la misma como sabia y buena. Esto, obviamente, trae paz al alma. Cuando hay una evidencia de falta de paz, es una prueba de inconversión.

7. Cualquier manifestación clara de egoísmo, es evidencia conclusiva de que la persona actualmente es inconversa. El arrepentimiento, como hemos visto, consiste en el cambio de alma del egoísmo a la benevolencia. Claro esta que la presencia de egoísmo o de un espíritu de autosatisfacción o autocomplacencia en la persona es una evidencia tremenda de un estado de inconversión. Arrepentimiento implica el negarse a uno mismo, la negación o sujeción de todos los apetitos, pasiones o propensiones a la ley de Dios desarrollada en la razón. Entonces pues, un espíritu evidentemente de autocomplacencia, o sea una disposición para buscar la gratificación de los apetitos y pasiones, como por ejemplo, la sujeción de la voluntad al uso del alcohol, tabaco, o cualquiera de los apetitos naturales o artificiales, y todo esto bajo la luz del evangelio y en oposición a la ley de la razón, es evidencia absoluta de que la persona actualmente es inconversa. Es imposible que este tipo de satisfacciones puedan existir junto con un corazón arrepentido. Tal persona debe ser inconversa o entonces, la inconversión no existe.

8. Un espíritu de autojustificación es otra evidencia de inconversión. Esta manifestación es exactamente lo contrario de la que tiene una persona verdaderamente convertida.

9. Las personas que tienen una disposición para estar poniendo excusas por no hacer su deber es también una evidencia final de que tienen un corazón no arrepentido. El arrepentimiento implica el deshacerse de todas las excusas por la desobediencia en todas las cosas. Obviamente, cuando hay una disposición de crear excusas por no SER y HACER todo lo que Dios nos pide, es seguro de que hay, sin duda alguna, una mente inconversa. Es estar en guerra contra Dios.

10. Una falta de franqueza acerca de cualquier área moral en la vida de la persona la evidencia como inconversa. Un estado de conversión de la voluntad está dedicado a conocer y abrazar toda verdad. Entonces pues, una mente insincera y prejuiciosa es inconsistente con la verdadera conversión, y cuando hay una manifestación de prejuicio, es la prueba de que la persona actualmente es inconversa. La negativa o falta de disposición para ser escudriñado, y el traer todos nuestros caminos y palabras a la luz de la verdad. La falta de disposición para ser reprobado cuando estamos en error, es una indicación segura de una mente inconversa. "Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no tiene la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios" (Jn. 3:20,21).

11. Una reforma PARCIAL de la vida, también indica que el corazón no ha abrazado toda la voluntad de Dios. Cuando se manifiesta una disposición para cometer algún pecado, no importa que tan pequeño, es evidencia segura de que la persona es inconversa. El alma verdaderamente arrepentida rechaza el pecado, ¡y claro! Todo tipo y grado de iniquidad es abandonado, pisoteado y aborrecido. "Porque cualquiera que guardare toda ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos" (Stg. 2:10); o sea, si un hombre peca deliberadamente o desobedece a Dios, es seguro que él desde el fondo de su corazón no lo obedece verdaderamente en nada. No tiene un estado mental obediente. Si en verdad tuviera un respeto supremo hacia la autoridad de Dios, no podría sino obedecerlo en todas las cosas. Entonces, si encontramos a una persona que dijera haberse convertido y que no manifiesta el espíritu de obediencia universal, si en algunas cosas todavía es autoindulgente, que quede claro que tal persona todavía está en pecado y que se encuentra en "hiel de amargura y prisión de maldad".

12. La negligencia o el rehusar confesar y restituir, de acuerdo a la oportunidad y la habilidad que se tiene, es evidencia segura de una mente injusta e inconversa. Parecería imposible para una alma verdaderamente arrepentida, el NO impactarse de inmediato con el deber de confesar y restituir a todos aquellos que han sido heridos por ella. Cuando esto no se hace o se demora demasiado, tiene que haber inconversión. El corazón controla la vida de una persona por una ley de causa y efecto; cuando existe un corazón que confiesa y abandona su pecado es imposible que esto no aparezca en la forma de una confesión y restitución externa.

13. Un espíritu de codicia o de "ir en pos del mundo" es una indicación segura de inconversión. Primera de Juan 5:4 y 5: "Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?". Aquí se explica claramente que nuestra fe "vence al mundo" y que el que en verdad cree en Jesucristo "ha vencido" al mundo. Efesios 2:2 dice que el espíritu del mundo "opera en los hijos de desobediencia" (Esto es: "correr en pos del mundo"). Es un hambre y sed y devoción por este mundo. El "hambre de tener", o codicia, cuando se practica, es evidencia positiva de una vida inconversa. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no esta en él.

14. La falta de interés en los pecadores y la falta de compasión por ellos, es una señal segura de que la persona no está convertida al Señor y no es salva. Si uno ha visto su propia culpa y miseria y se ha encontrado hundido en el sucio lodo de sus propias abominaciones y ha hallado el camino para escapar, entonces tendrá sentimientos profundos por los pecadores y tendrá gran compasión y preocupación por ellos, así como celo por su salvación y esto le será tan natural como respirar. Si esa simpatía y ese celo no se manifiestan, confiemos en que la persona es inconversa, pues hay una falta de ese amor a Dios a las almas que siempre viene con el arrepentimiento real. ¿Has visto a alguno que dice haberse convertido a Cristo y que su compasión no le mueve y que no tiene un celo vivo por la salvación de las almas? Estate segura de que estás viendo a un hipócrita.

15. La pereza espiritual o la indolencia es una señal de una persona inconversa de corazón. El alma que se vuelve completamente a Dios y se consagra a El , y que se dedica a promover Su gloria, en la construcción de Su reino, será, y debe ser todo, menos floja y perezosa. Una disposición para la ociosidad espiritual o al reposo, o a la indolencia de cualquier tipo, es una evidencia de que la persona no se ha arrepentido y convertido de corazón.

Y pudiéramos seguir este tema indefinidamente, pero lo que se ha dicho debe ser suficiente para esta enseñanza, y es suficiente para darte las claves con las cuales identificar las evasiones y los engaños de los corazones inconversos.